Portada: Monseñor Cecilio Raúl Berzosa con la periodista Leonor Asilis en Santo Domingo. Foto: Leonor Asilis.
Regresa a España “ligero de equipaje” y con el corazón “lleno de personas y de recuerdos sublimes”.
Domingo 1º de Cuaresma. Despedida de Mons. Raúl Berzosa. Desde la Catedral Primada de América. 18-2-2024. Palabras de despedida: minutos 1:03:40 – 1:12:40.
Ha llegado el final de esta rica y fecunda etapa misionera.
Raúl Berzosa.
Don Raúl Berzosa, al llegar al final de su “rica y fecunda experiencia misionera” en Dominicana, quiso dejar claro lo que se lleva “de esta tierra y de esta gente”. Y enumeró cinco cosas: La primera, “me llevo un pueblo santo y fiel , que está produciendo nuevas realidades y nuevos movimientos laicales de cristianos de base apasionadamente evangelizadores”. La segunda, “una presencia de un Cristo vivo como no había experimentado antes”. La tercera, “un amor grande a la Virgen de Altagracia, patrona del país”, de la que se proclamó embajador. La cuarta, “una mayor comunión con el Papa Francisco”. Y la quinta, “un respeto profundo por los hermanos más pobres y vulnerables que he encontrado”. (Ver nota).
Cecilio Raúl Berzosa Martínez. Obispo emérito de Ciudad Rodrigo (Salamanca)
Nació en Aranda de Duero (Burgos) España, el 22 de noviembre de 1957. Músico, literato, teólogo y jurista. Fue obispo auxiliar de Oviedo (2005-2011) y obispo titular de Ciudad Rodrigo (2011-2019). Obispo misionero en Bogotá (Colombia) y en Santo Domingo (República Dominicana). Regresa a España el 21 de febrero de 2024. Más info en esta web.
Carta de Cecilio Raúl Berzosa Martínez, obispo misionero
SANTO DOMINGO, 31-01-2024
En esta vida todo tiene un comienzo y un final; es la Providencia la que rige el tiempo y los destinos. Para este servidor ha llegado el final de la rica y fecunda experiencia misionera en República Dominicana.
Vine ligero de equipaje, sin hacer mucho ruido, y me voy ligero de equipaje sin querer hacer mucho ruido. Con algunos kilos más en mi carne, por lo bien tratado que he sido. Mi corazón está lleno de personas e historias entrañables e inolvidables, que permanecerán para siempre en él; y de recuerdos sublimes que me han hecho muy feliz.
En mi ministerio episcopal me he sentido muy realizado, fiel al lema “amar, servir y aprender”. Cada día, en fidelidad y constancia, he disfrutado la novedad y las novedades. En verdad, me he dejado sorprender por el Señor y por los hermanos. Muy especialmente, por mis hermanos obispos, comenzando por nuestro entrañable y querido Sr. Arzobispo, por los sacerdotes, por tantos consagrados y consagradas buenos y santos, y por los laicos en parroquias y en movimientos eclesiales, tan vivos como fecundos.
Se han hecho realidad las dos máximas que he venido repitiendo desde el inicio en estas tierras: “No es tiempo de perder el tiempo” … “Busquemos al más Bello (Jesucristo), lo más bello (la vida de santidad), y a los más bellos (los hermanos y hermanas de camino)”.
Pido perdón a Dios, y a ustedes mis hermanos y hermanas, por todos mis pecados y limitaciones, por mis torpezas visibles y por mis omisiones. A quien he molestado sin saberlo ni desearlo, también ruego perdón.
En verdad, este pueblo dominicano, en sus personas e instituciones, ha sido muy generoso conmigo. No es tópico ni son palabras huecas: he recibido muchísimo más de lo que haya podido, humildemente, aportar; mucho más de lo que merezco y de lo que pudiera devolver.
Sólo me resta, como repite una y otra vez nuestro querido Papa Francisco, encomendarme a sus oraciones. Donde quiera que vaya, conducido por los designios divinos y por la generosidad del Santo Padre, siguen contando con un amigo de verdad y un pastor que siempre quiso ser entregado y fiel, honesto y generoso. Sencillamente, me nace del corazón una sola palabra muy auténtica: ¡GRACIAS!
Pido a la Virgen de la Altagracia, de la que soy un apasionado devoto, y a san José, su castísimo esposo, que siga practicando todas las virtudes y cualidades que este pueblo me ha enseñado.
Mi último recuerdo obligado para mi Señor Jesucristo, y para Mons. Ozoria, sus auxiliares y su querida familia, quienes me han rodeado de afecto sincero y de atenciones. Me consuela que este adiós es sólo temporal y geográfico, y la fe y la esperanza de que estaremos juntos de nuevo y, además, por toda la eternidad.
Pido al Altísimo bendiciones y a Nuestra Señora de la Altagracia, todas las gracias que necesitamos para seguir peregrinando. Suyo siempre, en Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
+ Cecilio Raúl Berzosa Martínez, obispo misionero
Monseñor C.Raúl Berzosa se despide de R.Dominicana
Monseñor ha desempeñado un papel excepcional como Obispo misionero en la República Dominicana. Originario de España, su compromiso y cercanía con la comunidad dominicana lo han convertido en un verdadero dominicano, afianzando su devoción a nuestra Madre y Protectora, la Virgen de la Altagracia y colaborando con tanta alegria y abnegación en los compromisos apóstolicos asignados por el Arzobispo de Santo Domingo Monseñor Francisco Ozoria.
Felices de haberle tenido como pastor, mejor dicho, como un buen pastor.
San Agustín habló extensamente sobre la conducta y las responsabilidades de un obispo en sus escritos. En su obra «La Ciudad de Dios», enfatizó que un buen obispo debe ser un ejemplo de humildad, compasión y dedicación a su rebaño.
Creo que estas condiciones recomendadas por este gran Santo y Doctor de la Iglesia se han cumplido con excelentísimas buenas notas en la Arquidiócesis de Santo Domingo en un servicio misionero excepcional que ha animado a los fieles en el seguimiento a Cristo.
Llegó a nuestras tierras en plena pandemia y eso nunca detuvo su misión. Se hizo prójimo, próximo, cercano. Para serles gráficos, cuando era invitado por el Movimiento de Cursillos, nunca faltaba, soy testigo de lo que escribo porque es mi comunidad (en Cursillos, en Ultreyas, incluso a través de sus fabulosos en nuestra revista Palanca); también se le veía en tantas parroquias (en la mía Claret, celebraba mucho con Emaús, también le vi con los carismáticos etc…) se hacía uno con cada comunidad. Y fue más lejos aún, por citar algo concreto, acudía junto al Padre Domingo Legua y mis hermanos cursillistas a la Pastoral de la Calle, y sigo, no se detenía, acudía a las invitaciones de los medios de comunicación, Televida, Radio María e incluso medios seculares. Muchas veces presidía las Eucaristías en nuestra Catedral de Santo Domingo y la Catedral Castrense de Santa Bárbara. Visitaba a los monasterios, incluso cárceles, la lista, interminable. Su titánica labor pastoral se destacó por su gran amor y cuidado tanto a los sacerdotes, religiosas y laicos, animándonos y reanimándonos a seguir fielmente tras los pasos de Jesús.
En lo personal, y le agradezco públicamente e inmensamente el animarme a seguir escribiendo. Definitivamente su empatía es única al involucrarse activamente con nuestro pueblo que le convierte en Embajador perenne de nuestra dominicanidad.
Gracias por tanto, querido Monseñor. Su apoyo y orientación de manera incondicional quedarán por siempre en nosotros. Usted, sin lugar a dudas, ha sido, es y será un faro de luz en la labor misionera en la República Dominicana, cuyo legado perdurará por siempre en nuestros corazones.
Aunque parte hacia España el 21 de febrero habrá una misa de despedida el domingo 18 en nuestra Catedral. ¡Todos estamos invitados!
Leonor María Asilis Elmudesi.
Más info
Raúl Berzosa: el obispo de Aranda que ha promulgado la fe por todo el mundo.
Tras un largo periplo por Francia, Colombia y República Dominicana, este mes de septiembre espera conocer destino. Comparte su pasado, familia y felicidad con los oyentes de la SER a través del recorrido por la memoria.
Aranda de Duero. 04/09/2024. Probablemente Raúl Berzosa no necesite presentación. Su rostro y su carrera en la fe y el cristianismo, que le han llevado por medio mundo, son sobradamente conocidos. Pero a buen seguro sus recuerdos, juventud, y las muchas experiencias y vivencias allá donde ha compartido su sentir con el resto de mortales, tienen mucha miga. Es por ello que el arandino ha sido en esta ocasión el invitado en nuestro recorrido de la memoria en compañía de Ausencio Frutos.
Partiendo de la base, o del principio, Berzosa ha reconocido que de pequeño quería ser músico como su padre, y no separarse de la familia. Se lo dejó claro al sacerdote que en el Claret sacó a los más espabilados de clase -entre los que estaba Raúl- para llevarles por la orilla del Arandilla y proponerles ser misioneros. Se recuerda emprendedor y líder desde joven «para lo bueno y lo malo». Y amante de la música. Porque nació en el patrón de los músicos, y con un piano ya en casa. Precisamente cataloga la música como un vehículo para “proponer y no imponer” y hacer conectar a los jóvenes con la religión.
Con tan solo nuevos años salió al seminario, en una marcha que recuerda «llorona», y en la que reconoce tuvo sus dudas en la fe, que se resolvieron de forma definitiva después. “Fue enriquecedor pero duro. Yo a los 13 años me pregunté si existía Dios y quién era. Y me inquietaba quién había hecho a Dios. Pero hacia los 15 años, leyendo las cartas de San Juan, hubo una revelación que me cambió los esquemas: Dios es el amor y es lo mejor que llevamos dentro”, explica.
Familia
Raúl es el primero de sus hermanos. Cinco en casa. Casualmente el mayor y la pequeña, fueron quienes acabaron recorriendo el sendero de la cristiandad como forma de vida. “El señor tiene designios que no esperamos. Mi madre con 14 años estaba dispuesta a ser religiosa, y cuando estaba dispuesta a ir a Italia, mi abuela dijo que no. Justo ahí conoce a mi padre, que con 19 fue a hacer la mili, junto a Palenzuela. Y fruto de esos noviazgos, se casan. Mi padre no era tan religioso, pero sí cumplidor. Y a partir de ahí el Señor sabe lo que hace», relata Berzosa, quien comenta además una anécdota. «En las fotos que tenemos de comunión, ella -Verónica- y yo, por iniciativa del fotógrafo, nos puso mirando a un crucifijo. ¿Qué vio aquel fotógrafo? No lo sé», responde.
Con tan solo nuevos años salió al seminario, en una marcha que recuerda «llorona», y en la que reconoce tuvo sus dudas en la fe, que se resolvieron de forma definitiva después. “Fue enriquecedor pero duro. Yo a los 13 años me pregunté si existía Dios y quién era. Y me inquietaba quién había hecho a Dios. Pero hacia los 15 años, leyendo las cartas de San Juan, hubo una revelación que me cambió los esquemas: Dios es el amor y es lo mejor que llevamos dentro”, explica.
A su hermana se refiere de hecho como «un milagro». «Ella no tenía clara su vocación, porque quería ser médica, pero no tenía la nota suficiente por lo que había que hacer un curso puente de un año. Estando en Valladolid, ella conoce por medio de un claretiano a las Clarisas de Lerma de forma peculiar. Tuvo un desencuentro con el padre Santiago, que se marchó a Corea. Le mandaba cartas a ella, e iba a entregárselas entre otros lugares a Lerma. Poco a poco entendió que no era gente que huyera o se riera de la vida, sino que era gente interesante. Me dice que va a tener una experiencia. Y el primero que no creía en su vocación era yo. Pero ahí está. Eso es una llamada enorme de Dios», explica, antes de detallar a su hermana como «sensible, activa e inteligente», además de «líder» en lo familiar.
Vida, retiro y obra
El obispo emérito de Ciudad Rodrigo reconoce «haber vivido intensamente y de verdad» a sus 66 años. Pero en esa vida también ha tenido un papel relevante la ‘soledad’, «que no es lo mismo que solietariedad». “La soledad es buena. Ser como nadie implica soledad radical, que con fe es habitada, porque te aparece el Señor, y si no la tienes, es más densa, pero es necesaria”, comenta, antes de relatar una de las historias quizás más llamativas de su vida. Con la formación recibida en El Vaticano, a sus 27 años, decidió emprender un retiro total. Durante un mes se buscó la vida en unas cuevas al sur del país. Fue un retiro espiritual completo. «Estaba solo con mi Biblia, y como prometí, me dedicaría a lo que al abrirla me encontrara», detalla, desgranando que lo hizo al Cantar de los Cantares. En todos estos años, cuenta por decenas los libros -60-, estudios y publicaciones bajo su nombre.
Un periplo amplio
Su periplo en Latinoamérica le ha permitido ver una realidad dura y dantesca «que debe comprobarse y ante la implicarse haciendo lo que puedas». Pero antes, durante casi una década, fue Obispo de Ciudad Rodrigo, y espera nuevo destino. «Lo que el Papa quiera. Se supone que ahora en septiembre conoceré destino y cabe todo. Quedarme en España o irme fuera. Estoy abierto a todo. Donde se me necesite. El único impedimento es la salud, pero mientras la tenga, estaré donde se me necesite», sentencia, explicando que la unión de las diócesis de Ciudad Rodrigo y Salamanca, además de ciertas cuestiones desagradables, provocó un cambio en su vida. «Puedo decir que gracias a esa salida tras ocho años, he conocido muchas cuestiones que me hacen ser plenamente feliz», sentencia.
La charla al completo puede reproducirse en el audio superior.
Fuente: cadenaser.com
Monseñor Ozoria agradeció a Raúl Berzosa su «servicio grande, incondicional y de mucha calidad».
«Gracias por su incondicional disponibilidad y cercanía. Permanecerá siempre en nuestro corazón».
«Las manos una para recibir cada día al Señor y la otra para acoger a los más pobres». Fue el mensaje que monseñor Cecilio Raúl Berzosa, obispo emérito de ciudad Rodrigo, (España) dejo a todos los bogotanos, después de compartir seis meses con todos los feligreses en la parroquia Nuestra Señora de las Nieves.
Entrevista a Monseñor Raúl Berzosa, Obispo Emérito de Ciudad Rodrigo. Santo Domingo, Rep. Dom.
Entrevista al Obispo Raúl Berzosa.
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