Memoria para la concordia.
Una localidad, Santa Cruz de la Salceda (Burgos), se toma como ejemplo. En 1936, nueve residentes fueron asesinados por simpatizantes de la banda del dictador Franco. Algunas de estas víctimas fueron exhumadas, y descansadas, en 2003 y 2004. Ver trailer:
SANTA CRUZ…POR EJEMPLO – una película de Günter Schwaiger from Dim Dim Productions on Vimeo.
El impacto de la masacre en ese momento en la gente, y la enorme represión que la siguió, dejando sus consecuencias hasta el presente, se retrata a través de testigos y familiares, voluntarios y técnicos de exhumación, y los propios residentes de Santa Cruz que Incluso hoy, están desgarrados entre el olvido, el miedo y el deseo de curar de una vez una herida que ahora ha pesado demasiado en su memoria. Esto contrasta con la belleza del paisaje castellano, en cuya tierra vive el dolor de muchos más lugares con una historia similar a la de Santa Cruz.
En torno a «Santa Cruz, por ejemplo», una película de Günter Schwaiger.
En esta película, Günter Schwaiger filma la apertura de una fosa común en Santa Cruz de la Salceda, así como las reacciones de los habitantes del pueblo y de los familiares involucrados que asisten a los hechos.
C&C: ¿Qué es lo que te motivó a filmar sobre las exhumaciones en Santa Cruz de Salcedo? ¿Cómo llegaste a esa decisión?
GÜNTER SCHWAIGER (G. S.): Estaba trabajando con unos amigos austriacos en una película sobre brigadistas internacionales austriacos cuando entrevistamos a Emilio Silva2. Nos hablo de la ARMH y su trabajo. Me impresionó de sobremanera. Al final Emilio nos invitó a presenciar una pequeña exhumación en Burgos. Nos fuimos allí sólo para verlo. Pero el ambiente, la gente, las emociones y la importancia del momento nos impactaron tanto que decidimos hacer una película sobre ello. Había gente que después de 70 años de silencio habló por primera vez en público sobre el asesinato de sus padres, hermanos o abuelos. Nunca había vivido algo semejante. Como decía Emilio: “Cuando una fosa se abre es como una metáfora. No sólo se abre la tierra, también se abre el interior de la gente y se rompe un silencio de 70 años.”
C&C: Hay una escena en la película que me llamó mucho la atención, hasta ese momento uno ha escuchado a varias personas hablar, familiares, esencialmente, de personas que fueron fusiladas y enterradas en fosas comunes, pero también vecinos, habitantes del pueblo, algunos favorables a las exhumaciones, otros no tanto. De repente, un banco, cuatro hombres sentados, son viejos, tienen bastones, pareciera que están tomando sol. Te acercas y les preguntas qué opinan de las exhumaciones. Y no dicen nada. No dicen que les parece mal. No dicen nada. Nada de nada. La película se vuelve muda. ¿Cómo te enfrentaste a ese silencio? ¿Qué te sugiere ese silencio?
G. S.: Todavía siento el escalofrío que experimenté en aquel momento. Nos acercamos a estos cuatro hombres porque siempre estaban allí, mirándonos en silencio. Su reacción fue de una tremenda hostilidad sin decir ni una palabra. Creo que esta imagen (y de hecho mucha gente encuentra en ella toda una metáfora de lo ocurrido en los años del silencio obligado) tiene una fuerza simbólica importante. Después de sembrar el terror y el miedo en el régimen se esparció el silencio. Un silencio poderoso, imponente que se extendió como una masa pegajosa a todos los rincones. En estas caras mudas se encuentran la culpa y la mala conciencia, pero también la arrogancia y el odio. En aquel momento estos hombres sabían que a pocos metros de ellos, la verdad que ellos durante tanto tiempo habían intentando ocultar se estaba desenterrando. No podían asumirlo.
C&C: Al final de la película, uno de los nietos que ha aparecido en distintas oportunidades, se trata de un hombre que habla sin énfasis, va acompañado con un muchacho, un adolescente. Se acercan al lugar donde estuvo la fosa común y el muchacho despliega una bandera roja con las siglas de la UGT. El nieto, hombre de unos cuarenta años, calculo, dice algo así como (no es una cita textual) «mi abuelo nunca se imaginó lo que le iba a pasar, pero tampoco se imaginó nunca que su bisnieto le iba a traer la bandera por la cual lo habían matado». Este es, a mi parecer, un tema crucial para nuestras historias latinoamericanas, y también sin duda, para muchas otras más. La posibilidad que nos damos (o no) de entender, cabalmente, hoy, en este presente que es el nuestro, por qué los mataron (me refiero a los militantes de las izquierdas latinoamericanas asesinados bajo las dictaduras de los años 1970). A partir de tu propia experiencia en torno a la historia española, y en particular, a este episodio de las exhumaciones, ¿te parece una cuestión relevante? ¿Lo es o no para la gente con la que te entrevistaste?
G. S.: Es una cuestión fundamental, sobre todo si uno se plantea el análisis como herramienta para aprender y educar. Creo que las generaciones siguientes deben saber por qué y en qué circunstancias alguien fue asesinado. Sólo de esa manera puede valorar los comportamientos y aplicarlo a su propia situación.
En España hay grupos que hacen de las exhumaciones reivindicaciones políticas y otros que dejan a los familiares que decidan en su intimidad. En cualquier caso las asociaciones documentan las razones por las que alguien fue asesinado, su cargo político y su posición social. Pero pocos son los familiares de víctimas que buscan realmente razones políticas, y rara vez se atreven a ir más allá de un sentimiento de injusticia. El Franquismo estuvo tantos años en el poder que consiguió que toda una generación se avergüence del pasado político de sus antepasados. La mayoría ni sabe (o no quiere saber) en qué partido o sindicato militó su pariente. Esta despolitización es muy fuerte en relación a la guerra civil.
Es la generación de los nietos –que por otra parte lidera este movimiento– que ya no tiene miedo ni siente vergüenza y empiezan a situar su familiar en un contexto político. Sin embargo aun hay fuertes tabúes relacionados con este tema y muchos familiares que entrevistamos nos dijeron cosas como:
Se escoge con voluntad de ejemplo un lugar, Santa Cruz de la Salceda , donde en 1936 fueron asesinados brutalmente 9 vecinos por partidarios del bando nacional y donde entre 2003 y 2004 se exhumaron y enterraron una parte de estas víctimas.
“No, mi abuelo no era político, le mataron por buena persona, por envidias, por querer el bien de todos.”
Ver trailer. El impacto que en su momento causó la matanza entre la población y la tremenda represión que la siguió, dejando secuelas hasta nuestros días, es retratado a través de testigos y familiares, de los voluntarios y técnicos de la exhumación, como de los mismos habitantes de Santa Cruz que aun hoy se debaten entre el olvido, el miedo y la voluntad de cerrar definitivamente una herida que ya demasiados años pesa sobre su memoria. A ello se contrapone la belleza de los campos de Castilla en cuya tierra aún persiste el dolor de otros muchos lugares similares.
Fuente: journals.openedition.