Portada: Sonia Garrido en la catedral de Córdoba, semanas antes de su bautizo, con su pareja, ya casi esposo ante Dios, ambos ilusionados y sorprendidos
Una joven madre de tres hijas, ingeniera de caminos.
Hace un año su vida la hacía feliz
Tenía una familia “perfecta” salud y trabajo, pero al conocer al Señor “me di cuenta de que por primera vez en mi vida sentía una felicidad como nunca había conocido”. Su encuentro con la fe la ha llenado de amor y la impulsado a participar en el rito de admisión al catecumenado en la Catedral y ante el Obispo. En Pascua recibirá los sacramentos de Bautismo, Eucaristía y Confirmación. Ese será el día, también, para casarse; antes se habrá confirmado su pareja. Juntos, como marido y mujer, bautizarán a sus tres hijas
Has participado en el rito de admisión de catecúmenos en la Catedral. Tras un largo periodo de tiempo, te has preparado para recibir los sacramentos de Iniciación Cristiana en la Vigilia Pascual. ¿Cómo fue tu proceso hasta sentirte llamada a recibir los sacramentos?
Desde el momento que me encontré con el Señor, me sentí ávida de conocer más sobre Él, ya que no conocía prácticamente nada del cristianismo, así que comencé a formarme. No podía dejar de pensar en el Señor en todo el día y no tenía otro tema de conversación que no fuera ese.
Fue mi madre la que me animó a acercarme a la Iglesia, al igual que ella se había acercado tras su conversión diez años atrás. Así, tanto yo como mi marido y mis tres hijos, empezamos a ir a misa y fuimos acogidos por D. Leopoldo, el cura de nuestra parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza. Yo me sentía indigna de estar allí tras tantos años rechazando y criticando tanto a Dios como a la Iglesia y, sin embargo, fuimos totalmente acogidos y acompañados tanto por los sacerdotes como por la comunidad cristiana, especialmente por el grupo de Proyecto Amor Conyugal en el que empezamos a aprender a través de las catequesis y del ejemplo de cristianos tan auténticos. Aquí nos dimos también cuenta de la importancia de la comunidad para el cristiano. En una de las conversaciones con D. Leopoldo, él nos animó a bautizarme, confirmarme en mi caso, confirmarse a mi marido y a casarnos por la Iglesia. Así como también bautizar a mis 3 hijos.
¿Cuál ha sido tu formación hasta ese momento?
Mi formación se limita a la llevada a cabo desde que tuve el encuentro con el Señor. Si bien han sido 8 meses de formación intensiva, en la que prácticamente he dedicado todo mi tiempo a formarme estudiando el catecismo de la iglesia católica, escuchando Radio María, leyendo libros de espiritualidad y experimentando el testimonio de otros cristianos. He partido de cero, por lo que he tenido que aprender hasta a rezar.
¿Cómo fue tu infancia, adolescencia y juventud respecto a la fe cristiana hasta que decidiste integrarte en la Iglesia?
Nunca tuve relación con la fe cristiana ya que mis padres no eran creyentes. Crecí en la convicción de que Dios era un invento humano creado para superar los miedos. Así que me preparé para cargar yo con todas mis dificultades y aprendí a ser feliz por mí misma.
Durante la etapa escolar no fui a clase de religión sino a ética y nunca escuché hablar de la Iglesia ni de Dios de forma positiva en casa. En el instituto asistí a un colegio religioso por considerarlo mis padres académicamente más conveniente, pero no por razones de fe. Sin embargo, no aprendí el mensaje cristiano, más bien recuerdo que aprendimos sobre diferentes religiones y también sobre Jesús, al que consideré como un personaje increíble pero nunca como Dios.
¿Cómo te encontraste con el Señor?
Mirando atrás, pienso que Dios vino a buscarme muchas veces. Cuando iba a la naturaleza, a veces en silencio, me quedaba inmóvil y de alguna forma transcendía, pero nunca lo relacioné con Dios, pues para mí no era una opción.
También en los voluntariados que he llevado a cabo a lo largo de mi vida, ahora veo a Dios a través del amor que sentía ayudando a los demás.
Fue una noche del verano de 2020 cuando sentí la presencia de Dios de una forma totalmente sobrecogedora, como si ocurriera fuera del tiempo, me pilló totalmente de improviso, no estaba dentro de mis planes. Estaba amaneciendo y sin darme casi cuenta abrí mi corazón y entonces me invadió un amor tan intenso que no tengo palabras para describirlo. Solo puedo decir que sentí un amor tan grande que pensé que me iba a morir. Tras eso, me invadió una paz y un sosiego que no conocía. Y yo, que me consideraba una persona plenamente feliz, con una familia perfecta, salud y trabajo, me di cuenta de que por primera vez en mi vida sentía una felicidad como nunca había conocido. Desde ese día siento la presencia de Dios, y me considero muy afortunada con este regalo, pues si no, me habría perdido lo más grande de la vida. Si no hubiese sido por este acontecimiento, mi mente racional y mi soberbia nunca me hubiesen dejado ver a Dios.
Tras el encuentro con el Señor, todo mi mundo cambió. Empecé a verme de forma diferente, empecé a ver mis pecados, que hasta ese momento no me habían parecido como tales. Empecé a ver mis imperfecciones, mis defectos, pero todo visto desde el amor, desde la transformación hacia el encuentro con el Señor. Mi mirada también se limpió con respecto a los demás, viéndolos desde el amor y no desde los prejuicios que siempre me habían venido a la cabeza al encontrarme con diferentes personas. También al leer el Evangelio, mi mente quedaba transformada, realmente las palabras eran para mí y tenían un auténtico significado. Me aprendí el Padre Nuestro y la Salve y experimenté un efecto sanador al recitarlas. Empecé a hablar con el Señor, por primera vez en mi vida, y pude ver como él me escuchaba y me daba señales cada vez que le preguntaba.
El domingo de resurrección recibirás tres de los siete sacramentos, ¿qué significa para ti?
En primer lugar, significa una alegría muy grande y un regalo de Dios. Aún no me puedo creer que el bautismo me llenará del Espíritu Santo y supone el perdón de todos mis pecados anteriores. Tendré entonces la gracia de Dios para que me ayude en el cambio de vida que hemos llevado a cabo. Me siento verdaderamente afortunada de poder tener, después de tantos años, a Jesús conmigo y me impresiona que al recibir la comunión Jesús este en mí y yo en Él. Lo veo algo demasiado grande para que yo pueda merecerlo. Con respecto al matrimonio, me siento feliz de poder unirnos con el Señor. Se cómo nos ayuda estar los tres, pues ya lo hemos experimentado a través de esos momentos de oración conyugal.
¿Qué significa para vosotros bautizar a vuestras hijas?
Significa darles el mayor regalo, lo más importante de la vida, la Gracia de Dios para que les ayude y que pertenezcan ya a Jesús y formen parte de la gran familia de la Iglesia. Me siento como madre más tranquila.
¿Quién/quiénes te acompañan en este camino?
Dios me ha puesto muchas personas en mi camino. Desde mi pareja, que sin yo saberlo ya había hablado con Dios anteriormente, y que con sus comportamientos cristianos me ha ido guiando en estos años en los que yo no he tenido la ayuda de Dios. Y que ahora me ha acompañado en mi acercamiento a la Iglesia y también ha sentido la llamada del Señor de una forma más intensa. Él también ha tenido una transformación radical y las oraciones conyugales por las noches es el momento más restaurador del día.
También mi madre, que si bien su conversión nos supuso muchas peleas y discusiones durante años, tras mi encuentro con el Señor, ha sido un regalo que ella estuviese ahí. Dentro de mi parroquia, D. Leopoldo nos guía a toda la familia y nos enseña a seguir a Dios. Cada día nos enseña cosas nuevas tanto con su palabra como con su ejemplo y actitud. Además, el Proyecto de Amor Conyugal en el que hemos conocido matrimonios cristianos increíbles que son un ejemplo a seguir para nosotros y nos ayudan. Especialmente Nuria y Miguel, que no nos han dejado ni un minuto solos desde entonces. Mi catequista Rosario ha sido también un gran apoyo en el camino. Nuestro grupo de Jesús, también nos ayuda en la vivencia del Evangelio.
¿Cómo acoge tu entorno esta decisión de seguimiento radical a Cristo?
En realidad no todos lo saben. Al principio no era capaz de contárselo a nadie pues ni yo misma me podía creer lo que me había pasado. Cuando el Espíritu Santo me fue invadiendo día tras día, fui sintiendo la necesidad de contarle a todo el mundo lo que me hacía tan feliz. De hecho, mi deseo era que todos pudiesen sentir lo mismo. Algunos me decían que me veían rara, como más feliz antes de saberlo. Pero mi entorno está totalmente alejado de la Iglesia y con un gran porcentaje de ateos por lo que les cuesta entender lo que me ha pasado. He tenido varias situaciones incomodas que me han hecho sufrir, tras las cuales he decidido ir poco a poco y contarlo de uno en uno, evitando los grupos que puedan crear situaciones de ataque conjunto hacia mí. Incluso dentro de la familia, no he tenido muy buena acogida y no se lo he contado a casi nadie. Soy consciente de que muchos no conocen el mensaje de Jesús y por lo tanto no pueden entenderme. Yo misma estaba en esa situación hace un año. Algunos me dicen que pueden entender que crea en Dios pero que lo de la Iglesia ya es otro tema. Al igual que lo de bautizar a mis hijas que lo ven como quitarles la libertad de elección, o lo del cambio de colegio para recibir formación cristiana que tampoco lo pueden entender. Por suerte mis dos niñas mayores que tienen 3 y 5 años ya son capaces de expresar que ellas también quieren acercarse a Jesús. Aún así, también tengo amigos y familiares que han agradecido mi testimonio y les ha servido para reafirmar o iniciar su fe. Dentro de la comunidad cristiana de la que ahora formo parte ha sido un motivo de júbilo.
Y me gustaría para terminar agradecer a todos los cristianos que en silencio siguen a Jesús y que son ejemplos de santidad dentro de la Iglesia. Siento no haber sido capaz de verlos y de que su solo testimonio me sirviera para mi conversión. Mis prejuicios me impedían ver la realidad aunque ahora los reconozco a lo largo de mi vida. Mil gracias a todos ellos por lo que hacen por los demás.
Fuente: Diócesis de Córdoba.
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