«Fuimos bautizados, y se desvaneció de nosotros toda inquietud por la vida pasada» (Conf. 9,6,14).
En su 1.635 aniversario (387-2022).
El 24 de abril celebramos la Conversión de San Agustín. Su corazón inquieto y su búsqueda incansable de la verdad encontraron respuesta cuando descubrió a Dios. «Tarde te amé» escribirá en sus Confesiones, palabras que inspiran esta canción. Letra: San Agustín. Música: Antonio Valdoni. Voz: Ana Moya.
El sábado 24 de abril celebramos la conversión de San Agustín. Su testimonio es el de alguien en búsqueda constante a quien Dios fue llamando, fue tocando su corazón inquieto poco a poco hasta que Agustín dejó que el Señor transformara su vida por completo. Hoy reflexionamos sobre la conversión y la vocación con el P. Miguel Gómez.
Película «San Agustín» – Su conversión
Conversión de Agustín de Hipona (1)
Conversión de Agustín de Hipona (2)
Conversión de Agustín de Hipona (3) – «Tarde te amé»
«Dios me tocó y me trajo la paz» (San Agustín)
Conversión de san Agustín a la fe cristiana (24/abril/387)
Durante la vigilia pascual del año 387, en la noche del 24 al 25 de abril, Agustín y sus amigos fueron bautizados en Milán por san Ambrosio, obispo de la ciudad: “fuimos bautizados y se desvaneció de nosotros toda inquietud por la vida pasada» (Conf. 9, 6,14). En esta fecha tan especial para los admiradores de san Agustín, ofrecemos unas reflexiones dedicadas por el Papa emérito Benedicto XVI a este gran santo, y unas fotos tomadas por Natalia Barrios en la cripta de la Catedral de Milán.
El Papa propone las «tres conversiones» de san Agustín como modelo para el cristiano
La primera conversión. San Agustín fue un buscador apasionado de la verdad: lo fue desde el inicio y después durante toda su vida. La primera etapa en su camino de conversión se realizó precisamente en el acercamiento progresivo al cristianismo. En realidad, él había recibido de la madre Mónica, con la que siempre estuvo muy unido, una educación cristiana y, a pesar de que había vivido en los años de juventud una vida desordenada, siempre sintió una profunda atracción por Cristo, habiendo bebido el amor por el nombre del Señor con la leche materna, como él mismo subraya (Cf. «Las Confesiones», III, 4, 8).
La segunda conversión. Es un camino que hay que recorrer con valentía y al mismo tiempo con humildad, abiertos a una purificación permanente. Pero el camino de Agustín no había concluido con aquella Vigilia pascual del año 387. Al regresar a África, fundó un pequeño monasterio y se retiró en él, junto a unos pocos amigos, para dedicarse a la vida contemplativa y de estudio. Este era el sueño de su vida. Ahora estaba llamado a vivir totalmente para la verdad, con la verdad, en la amistad de Cristo, que es la verdad. Un hermoso sueño que duró tres años, hasta que, a pesar suyo, fue consagrado sacerdote en Hipona y destinado a servir a los fieles. Ciertamente siguió viviendo con Cristo y por Cristo, pero al servicio de todos. Esto era muy difícil para él, pero comprendió desde el inicio que sólo viviendo para los demás podía realmente vivir con Cristo y por Cristo.
La tercera conversión. Una última etapa en el camino de Agustín: es la que le llevó cada día de su vida a pedir perdón a Dios. Convertido a Cristo, que es verdad y amor, Agustín le siguió durante toda la vida y se convirtió en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros en la búsqueda de Dios. Por este motivo quise concluir mi peregrinación a Pavía volviendo a entregar espiritualmente a la Iglesia y al mundo, ante la tumba de este gran enamorado de Dios, mi primera encíclica, Deus caritas est. Ésta, de hecho, tiene una gran deuda, sobre todo en su primera parte, con el pensamiento de san Agustín.
Recemos, por tanto, para que en nuestra vida se nos conceda cada día seguir el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en todo momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, que nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida.
Mensaje del P. Alejandro Moral Antón, OSA, en el Día de la Conversión de San Agustín
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