Elogia, glorifica, enaltece, celebra, adora la grandeza de Dios.
La alabanza es audible, nace en el corazón y se expresa con la boca.
No es oración mental, ni oración interior, es una expresión que reconoce y expresa quién es DIOS.
Necesitamos expresar cuánto amamos a DIOS en voz audible para el beneficio de la asamblea y para nuestro bien interior.
Lo decimos muchas veces «Señor, abre mis labios y mi boca pronunciará tu alabanza».
El culto cristiano siempre ha tenido gestos que expresan nuestra fe. Lo hacemos al arrodillarnos, santiguarnos, levantar la manos al Padre nuestro etc.
En la historia de la salvación hay muchos signos y gestos que nos recuerdan que Dios se la alaban con el cuerpo.
Por eso levantamos nuestras manos, danzamos alegres delante de su presencia como David delante del arca,o nos postramos en adoración como los Reyes Magos. Todo esto y más son signos visibles de la alabanza a DIOS.
La alabanza puede ser espontánea… nuestra voluntad y espíritu se rinde ante su presencia y alaba.
Pero cuando alabamos en comunidad, puede haber alguien que dirija la oración y nos conduzca a la presencia de DIOS.
A esta persona se le conoce como líder de alabanza, director de alabanza, animador de asamblea entre otros términos.
Extracto de la formación: «Hacia una cultura de alabanza».