Amigos agustinianos comparten testimonios de vida sobre el «paso de Dios en su vida» en La Vid.
Santa María de la Vid Monastery (Burgos, Spain).
1. ¿Qué ves en la noche, dinos centinela?
¿Qué ves en la noche, dinos centinela? (Bis)
1. Dios como un almendro con la flor despierta; Dios que nunca duerme busca quien no duerma, y entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela.
2. Gallos vigilantes que la noche alertan. Quien negó tres veces otras tres confiesa, y pregona el llanto lo que el miedo niega.
3. Muerto le bajaban a la tumba nueva. Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra. Daba el monte gritos, piedra contra piedra.
4. Vi los cielos nuevos y la tierra nueva. Cristo entre los vivos, y la muerte muerta. Dios en las criaturas, ¡y eran todas buenas!
Liturgia de las Horas.
2. Testimonios de vida sobre «el paso de Dios en mi vida» en el Monasterio de Santa María de La Vid.
Elsa Suárez Alvarez-Cascos – Asturias – Amigos del Monasterio de Santa María de la Vid
Soy catequista, en la Parroquia de San Pablo en Oviedo, desde hace tres años. Di con los agustinos porque un año mi hija fue de campamento con nuestra Parroquia a La Vid, y una vez conocido el Monasterio , fue como un flechazo y volvimos varias veces, compartiendo, Laudes, Vísperas,…, comidas, cenas, con los Padres de la Comunidad. También pertenezco a la Asociación de Amigos del Monasterio de la Vid y con ellos participo en los Ejercicios que se organizan anualmente ( de momento solo fui en dos ocasiones) , y en las asambleas que también se hacen en el Monasterio de ahí que conozca bastante a Agustín y algo también al Padre Serafín. Todo ello me despertó la curiosidad por San Agustín y ahora me considero seguidora y admiradora de su vida y su persona. A todos transmito mi especial apego a San Agustín.
Para mi La Vid, y todo lo que el Monasterio y su gente implica, fue un momento que marcó mi vida y a partir de ahí, hay un antes y un después. Toda mi vida trabajé como química en la industria, en Asturias, y ahora estoy prejubilada. Conozco a los agustinos desde hace cuatro años aproximadamente.
Elsa Suárez Alvarez-Cascos. Julio de 2020.
Carmen Hernández Hoyos – Sevilla – Amigos del Monasterio de Santa María de la Vid
Soy Carmen Hernández, madre de familia y maestra jubilada. Ahora hago voluntariado en distintos ambientes.
Hace muchos años que, por indicación de nuestro párroco, entonces el P. Juan Antonio Muñoz Revenga, visité el monasterio de Santa María de La Vid.
Fue tal la paz interior, la cercanía de Dios que sentí durante y después de la estancia en él, que desde entonces lo frecuento cuantas veces me es posible.
Desde Sevilla, donde resido, es un largo viaje para llegar al Monasterio, pero merece la pena por el aliento, fortaleza espiritual y humana con que regreso.
El Señor se ha valido de este medio para poner en mi vida personas estupendas (Padres Agustinos y Laicos) que me han ayudado a crecer en mi trato con Dios.
Doy GRACIAS, al Señor por este gran regalo, a los P. Agustinos por la amble acogida, buen trato… que siempre nos dispensan y a los miembros de la Asociación de Amigos del Monasterio, a la que pertenezco, por sentirnos entre nosotros como una gran familia.
Todos los días pido a la Virgen, recordando la preciosa imagen del Monasterio y a la que me dirijo madamas entrar en él, por toda la Familia Agustiniana. Que Ella nos ayude e ilumine a vivir según desea su Hijo.
Carmen Hernández Hoyos. Julio de 2020.
Loreto Estefanía y Marta Castillo – Madrid – Guías del Monasterio
Ser guías del monasterio de Santa María de la Vid ha tenido un impacto en nuestras vidas mucho mayor del que nos podíamos esperar. No solo aprendimos muchísimo de la historia del monasterio desde sus inicios, sino que creamos una experiencia imborrable de la que nos acordamos con el mismo cariño y alegría cada año que pasa.
Marta Castillo y Loreto Estefanía. Guías del Monasterio. Febrero de 2019.
Recordamos a cada una de las personas que formaron parte de nuestros días en el monasterio, estamos muy agradecidas de haberles podido transmitir nuestros conocimientos. Igualmente nos encantó recibir una maravillosa atención, apoyo y afecto tanto por los huéspedes como por los agustinos. Indudablemente, ha sido una experiencia que aconsejamos a cualquiera que quiera pasar un verano inolvidable.
Inma Herranz – Moratalaz (Madrid) – Parroquia de Santa Ana y la Esperanza
Al comenzar agosto, mes de vacaciones, sentí la necesidad de recuperar la energía, perdida en el trajín diario y con todo lo que en este año vivimos…
Compartir unos días de descanso con mi madre era mi objetivo. Para la elección del lugar puse mi mirada en el Monasterio Santa María de La Vid. Perteneciendo a la Parroquia Santa Ana y La Esperanza (Madrid), lo conozco, y guardo los mejores recuerdos de mi adolescencia y juventud.
Buscando el descanso, y también la convivencia familiar en la tranquilidad y contemplación de la naturaleza, disfrutando de paseos con un bonito paisaje al que se une el río Duero. Un lugar también de encuentro, de oración, de comunión, para crecer en vida interior…
Dice S. Agustín: “Donde hay paz, allí hay sosiego…« (Epist. 127,5)
Es para mí el Monasterio un lugar donde hay paz, silencio, y donde con María, Madre que nos recibe con la puerta abierta, encontramos la fraternidad que de manera natural buscamos y que con sencillez su presencia nos la ofrece. Renovar la relación con Jesús, lejos de nuestras ocupaciones diarias, en nuestro silencio interior, es estar en casa…
Gratitud para la Comunidad Agustina del Monasterio, por su acogida, y a todo el personal de la Hospedería por su dedicación y atenciones.
3. Mi corazón velaba
En medio del invierno, los almendros ya empiezan a florecer. En hebreo, «almendro» se dice «shaqed» (que significa «vigilante«), porque es el primer árbol que florece antes de la primavera. Cuando los demás árboles parecen muertos, el almendro se adelanta para anunciar que pronto llegará una nueva primavera, que la vida volverá a triunfar. Por eso, el almendro se convierte en imagen de Dios, que puede sacar vida incluso de la muerte y que vigila siempre para cuidar de sus hijos. Cuando Dios pregunta a Jeremías: “¿Qué ves?”, él responde: “Veo un almendro florecido” y Dios le contesta: “Dices bien, porque yo velo para que se cumplan mis promesas” (Jer 1,11-12). Los almendros en flor son una llamada a desperezar la fe y la esperanza, ya que Dios realiza su proyecto en el momento oportuno y sabe sacar bienes de los males. Él no se olvida de nosotros. Dios no duerme. «¿Qué ves, Jeremías? Estoy viendo una rama de almendro —el vigilante—… Bien has visto, pues así soy yo» (Jr 1, 11-12). Dios siempre alerta, pero para proteger y bendecir. Nosotros tendemos al descanso y al sueño. Dormimos mucho, dormimos demasiado. ¡Cómo se reía S. Juan de Ávila de los obispos —«vigilantes» por definición— que dormían ocho horas seguidas y después la siesta…! Nos gusta mucho la siesta.
El Adviento es un despertador. Nos repite como un buen centinela: ¡Que viene el esposo! Preparad vuestras lámparas y salid a recibirle. Que no os encuentre distraídos. Que no os encuentre dormidos y con las lámparas apagadas. La somnolencia es también un pecado contra el Adviento. La somnolencia es un pecado contra el amor. El amor no duerme, ya sabemos. «Yo dormía, pero mi corazón velaba»» (Ct 5, 2). La somnolencia es un pecado contra el esposo. «Ponte en vela… Porque si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti» (Ap 3, 2-3). «¿Qué ves en la noche, dinos, centinela?(…) Entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela» Cinco en vela Veo comunidades vigilantes que encienden progresivamente la corona de Adviento. Ven. Veo que todos, en general, quieren ser más buenos, más generosos, más familiares, más acogedores, según el espíritu del Enmanuel. Ven. Cinco apagadas «¿Qué ves en la noche, dinos, centinela? Vi los cielos nuevos y la tierra nueva. Cristo entre los vivos y la muerte muerta Dios en las criaturas ¡y eran todas buenas!»
El centinela del Adviento ve los cielos nuevos y la tierra nueva, en los que habitará la justicia y reinará la paz. Nosotros, más miopes que el centinela, no acabamos de ver, pero sí descubrimos anuncios y anticipos. Vemos a muchas personas y Movimientos que luchan valientemente contra el mundo viejo y siembran los fermentos del nuevo. Vemos brillantes signos de solidaridad y servicio voluntario que son aurora del futuro que esperamos. Y vemos, sobre todo, a Dios vigilante como la flor de almendro. Dios que no deja de mirar y bendecir a cada uno de sus hijos. Y más, Dios que viene a nosotros para quedarse con nosotros. Dios como un sol en nuestra tierra, llenándolo todo de color y de vida. Veo a Dios curando nuestras heridas y combatiendo a las tinieblas y a la muerte. Veo a Dios, todo luz, encendiendo nuestras lámparas. Dios siempre despierto, para velar. Dios siempre velando para amar. Dios siempre amando para florecer. Dios siempre floreciendo para regalar. Dios no puede dormir porque es amor. ¿No descansa Dios? Su tarea y su descanso es amar. Dios descansa protegiendo y regalando. Dios descansa creando. Dios no puede descansar.
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