Su curación sirvió para la beatificación de Madre María de la Purísima.
Apunte personal
Fue una gracia de Señor participar, junto con miembros de la Comunidad Parroquial de Santa Clara de Sevilla, en la celebración de la beatificación de la Madre María de la Purísima el 18 de septiembre de 2010 en el Estadio Olímpico de la Cartuja de Sevilla. En ella hizo su primera Comunión la «Niña del Milagro», que ahora ha entrado de postulante, a sus 18 años, para ser Hermana de la Cruz.
José Luis Miguel González,OSA
Ana María Rodríguez Casado, natural de La Palma del Condado, con 18 años cumplidos el pasado 13 de marzo de 2018, conocida como la «Niña del Milagro» por el que fue beatificada la Madre María de la Purísima, acaba de ingresar en las Hermanas de la Cruz.
Al nacer tuvo una malformación de corazón compleja que exigió intervención quirúrgica para ponerle una fístula de 4 mm. Durante el postoperatorio, tuvo varias complicaciones porque la fístula no funcionaba bien. A los 13 meses, 16 de abril de 2001, le realizaron una nueva intervención quirúrgica que consistió -copio del informe médico- «el cierre de CIV y tubo valvulado de VI (pulmonar) a arteria pulmonar». Dos meses después, 11 de mayo de 2001, le colocaron un marcapasos definitivo.
Ya en casa, su madre tenía que llevarla a control todos los meses para corazón y marcapasos y después cada seis meses. Aunque se resfriaba con frecuencia y a veces con bronquitis, la niña parecía crecer con normalidad.
Pero el 24 de enero de 2004 -Ana María aún no había cumplido los cuatro años- le dijo a su madre esa noche:-Mamá, me encuentro muy mal, muy mareada.
Y cayó hacia atrás, sin conocimiento, y sus ojos se pusieron en blanco y se cerraron.
-Me di cuenta de que no respiraba- cuenta su madre.
La llevó al ambulatorio del pueblo…
-Mi hija llegó completamente morada. Creo que intentaron reanimarla, pero la niña no volvía en sí. El médico me dijo que aún tenía vida, que estaba muy grave y había que trasladarla al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla… 51 kilómetros que se hicieron eternos.
Tras una exploración, le dijeron que la niña había sufrido un paro respiratorio debido a que el marcapaso no funcionaba. Intervenida de nuevo, le hicieron un cateterismo para ponerle un marcapaso provisional, hasta que la niña mejorara y entonces verían si le podían poner el suyo. Al día siguiente, 26 de enero, le pusieron el marcapasos definitivo.
La madre preguntó al neurólogo:-¿Mi hija volverá a ser como antes?
-Secuelas le van a quedar -contestó el médico-, pero aún es pronto para diagnosticar, vamos a esperar a la próxima semana.
El 10 de febrero, antes del alta, le hicieron pruebas de audición y visión.
La madre pregunta al médico:-Si mi hija ve y oye, ¿cómo es que no sabe que yo soy su madre?
El médico le contesta:-No te conoce porque, aunque ve, no sabe lo que está viendo.
Así, en estas condiciones, en brazos de su madre, la pequeña Ana María volvió a su casa. La madre se quejaba:
-Mi hija lloraba sin parar y no podía consolarla porque no me conocía, me ignoraba por completo.
A los dos días, una pareja de Hermanas de la Cruz llega a su puerta. La madre les cuenta su desconsuelo y ellas le dieron una estampa de Madre María de la Purísima, para que se encomendara a ella, pues quería mucho a los niños pobres y enfermos, y estaba haciendo muchos favores. La madre tomó la estampa y en un arrebato de nerviosismo se la pasaba a la niña por sus ojos diciendo:
-Tú eres la que tienes que curar a mi hija, si es verdad que eres Santa.
Pasaron solamente unos minutos, ya las Hermanas de la Cruz se habían marchado, cuando de repente, oyó la madre que la niña decía:-¡Mamá Paloma!
La madre se volvió hacia su hija sin dar crédito, y empezó a gritar:-¡Ana María, hija!
La abuela creyó que su hija se había vuelto loca. Pero la madre comenzó a preguntar a la niña:
-¿Quién es esta?-Abuela Dolores.
-¿Y esta?-La tita Marita.
La niña dijo a su madre:-Mamá, ponme de pie que quiero andar.
La bajó del carrito y comenzó a andar ante el asombro de todos. Abrazándose a su hija, mamá Paloma decía:
-Yo solo le había pedido que mi hija me conociera y ella me ha dado mucho más, no sólo ve, sino que anda y habla.
El padre, al volver del trabajo, se llevó la impresión de su vida y besaba la estampa de María de la Purísima con lágrimas en los ojos.
Este milagro, aprobado por Roma, sirvió para la beatificación de Madre María de la Purísima. El 27 de marzo de 2010, el Papa Benedicto XVI promulgó el decreto de aprobación del milagro.