El Séptimo rey Alfonso / cuidaba de hermosas viñas / en el ”lugar de la vid”. / Según todos atestiguan / era zona de recreo / por sus muchas maravillas, / como descanso y solaz / de batallas y conquistas.

Con su corcel y sus armas / -la caza le entretenía- / salió a ojear los montes / por su afán de cacería.
/ Después de un tiempo anodino / (pues ni una pieza salía), / le sorprendió gratamente / una cierva esclarecida. / Puso al caballo en tensión / con espuelas y las bridas, / mas no era fácil seguirla / al ritmo que imponía; / la cierva de referencia, / al sentirse perseguida, / brincaba con tal soltura / que en minutos de porfía, / alcanzó como refugio / una cueva ennegrecida.

Al llegar el rey Alfonso / con toda su comitiva / y las armas preparadas… / entre malezas y espinas, / una luz resplandeciente / y en figura femenina / hizo que el rey depusiera / su actitud de gallardía / y, ante el asombro de todos,/ doblara sus dos rodillas.

Aparece ante sus ojos / una imagen de María, / singular por su belleza / y el encanto de una niña, / mirada dulce y profunda, / con ojos rubios de espiga, / con destellos de elegancia / y el valor de la sonrisa. / El rey cristiano saluda / en sincera pleitesía / y relega sus afanes / y gustos de cetrería / para recibir y honrar / a la Madre, que le hacía / obsequio del corazón, / a la vez que le pedía / le construyera una casa / en que habitar, bendecida, / en el lugar del encuentro: / la cueva será su ermita. / ¡Azul de cielo el Vallejo / y una fuente de agua viva!

Desde tiempos muy remotos, / llamados “La Reconquista”, / se mantiene en la memoria / de trovadores flautistas, / fervorosos peregrinos, / soñadores eremitas, / estudiosos de la historia, / poetas, gente sencilla… / esta tradición gloriosa / del hallazgo de María / en un robledal de ensueño / y hoy… lugar de romería. 

Serafín de la Hoz Veros. Párroco de La Vid (Burgos).