Pascua Dominical. Eucaristía en Casa y la Parroquia.
Riega mi pequeñez
Mc 4,26-34. ¡Qué delicia de parábolas! A los que nos gustan los cuentos, encontramos en ellas el mejor lugar de inspiración, porque son del propio Jesús, ¡tan ocurrente, con la sabiduría del que vive para el Padre! Entusiasmarnos a leer el Evangelio es algo que debería ser connatural en nuestra vida cristiana.
Con estas dos parábolas tan agrícolas y naturales, en un mundo tan urbano y complicado, podemos relajarnos sabiendo que Dios hace crecer la semilla, hace que todos crezcamos, porque por mucho que intentamos creernos los “Super-Tal” en el fondo somos pobres semillas. ¡Qué sería de nosotros sin su continuo cuidado y amor!
Así es el Reino. Nos provoca contrastes. La semilla más pequeña que se convierte en gran arbusto. El más pequeño en la tierra es el más grande en el cielo. Nosotros, tan limitados, estamos llamados a la plenitud del Amor.
En nuestra oración le decimos: “Riega, Señor, mi pequeñez para crecer y ser acogedor”.
Dibu: Patxi Fano. Texto: Fernando Cordero ss.cc.
Semillas que transforman – 11º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B
Mc 4, 26-34. Dios siembra en nosotros la semilla de su amor. A veces no vemos inmediatamente los frutos de este amor, pero con el tiempo, y a menudo sin que nos demos cuenta de cómo, ese amor crece y se manifiesta de maneras sorprendentes y maravillosas. Nuestro papel es, en primer lugar, abrir nuestros corazones para recibir esa semilla y, en segundo lugar, compartir ese amor con los demás. Puede que no siempre veamos los resultados inmediatos de nuestras acciones, pero confiamos en el trabajo silencioso Dios, que hace que ese amor crezca y produzca fruto.
Fuente: Editorial Verbo Divino (EVD).