«Está en juego la interioridad del educando, su pacificación emocional y su vertebración intelectual».
Educación de la interioridad
La educación de la interioridad no es, en ningún caso, un lujo, ni una cuestión menor. Tiene como objetivo final el cuidado de sí (…) [y para ello] desarrollar todas las potencias latentes en el ser humano (su memoria, su imaginación, su voluntad, su inteligencia, su emotividad), pero, también, el fondo último de su ser, la espiritualidad, admitiendo que esta puede adquirir formas, expresiones y modalidades muy distintas en virtud de los contextos educativos y de los momentos históricos.
En el modelo de la interioridad habitada, se reconocen, pues, dos magisterios: el ejercicio del maestro humano que habla y actúa desde fuera y el del maestro interior que habita en los adentros.
“Cada cual tiene su experiencia subjetiva de la corporeidad. Yo no soy capaz de percibir el dolor del otro, tampoco su placer. Puedo escuchar sus gritos, sus sollozos y sus gemidos, puede empatizar con su estado de ánimo, pero, realmente, no percibo lo que él siente dentro de sí. Tampoco el otro puede sentir lo que yo siento en mis carnes, cuando experimento fatiga, dolor o placer”.
Del libro «La interioridad habitada» @Edelvives
“La exterioridad es esa dimensión de la persona que podemos percibir con los sentidos externos e internos. Se refiere a eso de nosotros que captamos a través de nuestra sensibilidad. Es, por lo tanto, la dimensión visible, audible y empírica de la persona, la que puede ser medida, cuantificada y que experimentamos sensorialmente. La exterioridad está integrada por un conjunto de elementos que interaccionan mutuamente. No es una superficie lisa, ni homogénea; está integrada por distintas partes que, unidas, configuran un pequeño universo, un microcosmos”.
Del libro «La interioridad habitada» @Edelvives
San Agustín ya distingue entre el homo interior y el homo exterior.