Las advocaciones muestran el cariño y la presencia de la madre de Jesús, a quien se rinde culto de diversas maneras.
Nuestra Señora Madre del Buen Consejo – 26 abril
Madre del Buen Consejo es uno de los títulos marianos más venerados por la Familia Agustiniana. La tradición asocia esta advocación a dos lugares geográficos: Scútari, en la frontera norte de Albania, y Genazzano en Italia. La Señora de Scútari o Señora de los albaneses, es un fresco que, según cuentan los lugareños con emoción, abandonó espontáneamente el templo donde se encontraba cuando Albania fue invadida por los turcos y llegó hasta la villa medieval de Genazzano.
Los agustinos se encontraban en Genazzano ya en el siglo XIII, pero tenían su monasterio fuera del pueblo. Un siglo después, fueron llamados para regir la iglesia parroquial en el centro de la villa. Comenzaron a restaurar el templo y a construir un nuevo convento con la ayuda del pueblo y, sobre todo, por la generosidad de una piadosa mujer –Petruccia de Genazzano– que invirtió sus riquezas en la obra. El día 25 de abril de 1467, fiesta de san Marcos, al caer la tarde, sucedió algo extraordinario en la iglesia que estaban levantando. Lo narraba así el agustino P. Ambrosio de Cori, Provincial de la Provincia Romana: “Una imagen de la Santa Virgen apareció milagrosamente sobre la pared de la iglesia”. A partir de este momento, se suceden las peregrinaciones desde las ciudades de Italia y se contabiliza un número extraordinario de gracias y milagros por intercesión de María.
El Papa León XIII elevó el Santuario a la categoría de Basílica Menor el 7 de marzo de 1903, y el 22 de abril del mismo año introdujo en la letanía del rosario la invocación Madre del Buen Consejo.
San Agustín comenta: “Grande es en todo Santa María, pero más grande por ser discípula de Cristo que por ser madre del mismo Cristo. Bienaventurada es en todo Santa María, pero más feliz por llevar a Cristo en la mente que por engendrarlo en el vientre” (Sermón 25,7).
El buen consejo de María lo encontramos en la escena evangélica de las bodas de Caná: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). María, primera seguidora de Jesucristo, nos ofre- ce a Jesús en su regazo como maestro, camino, verdad y vida.
Nuestra Señora de Gracia – 8 mayo
El título de Nuestra Señora de Gracia tiene sus orígenes en el saludo que el ángel Gabriel hace a María en Nazaret.“Alégrate, favorecida –agraciada–, el Señor está contigo” (Lc 1,28). El emisario de Dios presenta a María, una joven nazarena, los planes de maternidad y de salvación que Dios tiene sobre ella. Para los cristianos esta advocación subraya la preferencia de Dios sobre María. Madre del mediador Jesús, es también madre del autor de la gracia y dispensadora de gracia.
Sobre el porqué la Orden de San Agustín venera a la Virgen de Gracia, sabemos que es el título más antiguo en el culto mariano de la Orden. Fue norma común que las órdenes mendicantes, a raíz de su institucionalización apostólica, recuperaran devociones ya establecidas en el corazón de los cristianos y las actualizasen. Probablemente sea ésta una explicación verosímil de lo que aconteció con la Orden Agustiniana y la advocación de Nuestra Señora de Gracia. Prueba de ello es que ya en el Capítulo General de Orvieto (1284) se reza la oración Bendita tú, en honor de la Virgen de Gracia.
Otra noticia históricamente documentada es del año 1401 y se refiere a una cofradía con este título, establecida en los conventos agustinianos de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia en Valencia (España) y Lisboa (Portugal), respectivamente. A partir del siglo XVI la devoción adquirió gran difusión en toda la Orden; contribuyó a ello que se comenzaran a edificar conventos bajo este título mariano en Italia y América Latina.
En 1806, el Papa Pío VII, a instancias del venerable José Bartolomé Menochio (1741-1823) –Sacrista pontificio y confesor del Papa– y del Vicario General, concedió a la Orden de San Agustín facultad para incluir en su liturgia la festividad en honor de la Virgen Nuestra Señora de Gracia.
Nuestra Señora del Socorro – 13 mayo
El título de Nuestra Señora del Socorro es, junto con el de Ntra. Sra. de Gracia, uno de los más antiguos entre los venerados en la Orden Agustiniana.
Acerca del origen de esta advocación, tenemos datos en la tradición de la Orden que se remontan al año 1300 y 1306. El inicio de la devoción y difusión de la misma se atribuye al beato Nicolás Bruno de Messina, prior del convento de agustinos de Palermo en la isla de Sicilia. Fiel devoto de la Virgen, acudía siempre a ella, teniendo signos evidentes de su intercesión y socorro.
En torno a la imagen de la Virgen se recoge en Sicilia una leyenda, recogida en viejas crónicas, que habla de una madre de Palermo, quien atormentada con el llanto de su hijo pequeño, en un momento de desesperación, dijo: «que te lleve el demonio». En esto aparece el diablo en figura de negro monstruo y se llevaba a la criatura. Horrorizada la afligida madre, invocó a la Virgen y exclamó: «Virgen santa, Madre mía, socórreme». María acudió en su ayuda ahuyentando al enemigo infernal con un palo, mientras acogía al niño bajo su manto. En acción de gracias la madre entró en la iglesia de los agustinos y vio que la Señora era como aquella imagen que el P. Nicolás llamaba del Socorro.
La leyenda se extendió, provocando una intensa devoción al Socorro de María y la devoción atravesó el Mediterráneo desde Sicilia y entroncó en las comunidades agustinianas del Levante español, en concreto en la Provincia del Reino de Aragón. Santo Tomás de Villanueva, que vivió en el Convento de Ntra. Sra. del Socorro de Valencia, fue un destacado propagador de esta devoción mariana.
Del Levante español pasó esta advocación, netamente agustiniana y con una precisa iconografía, al Nuevo Mundo; extendiéndose por la América hispana, gracias a la labor de los misioneros agustinos. Se mantiene con fuerza en México, en el ámbito de las dos Provincias agustinianas. El Beato mejicano Elías del Socorro Nieves (beatificado en 1997) se honraba de llevar este título de la Virgen junto a su nombre.
Nuestra Señora Madre de la Consolación – 4 septiembre
La devoción a María bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación es universal y de larga tradición. Sobre todo en la Familia Agustiniana, que completa el título mariano hablando de Nuestra Señora de la Consolación y Correa. La correa hace referencia al hábito agustiniano.
El origen de esta devoción se halla íntimamente ligado a la vida de san Agustín, sintetizada en una piadosa tradición. Santa Mónica se hallaba sumida en el dolor por los extravíos de su hijo Agustín. A esta preocupación se sumó la muerte de su esposo Patricio y meditó en la desolación de María después de la muerte de su hijo Jesús. María se aparece a Mónica vestida de negro y ceñida con una correa del mismo color, diciéndole:“Mónica, hija mía, éste es el traje que vestí cuando estaba con los hombres después de la muerte de mi hijo. El mismo vestido llevaras tú en señal de tu devoción hacía mí”. La alegría de Mónica fue grande al escuchar aquellas palabras. Alegría que llegaría a su culmen con la conversión de su hijo Agustín.
Consta históricamente que en el siglo XV ya se instituyen distintas Cofradías de la Correa en Bolonia. Cuando don Pedro de Aragón le pidió insistentemente a Clemente X le concediese algunas indulgencias, el Papa le respondió: “Tomad la correa de san Agustín y en ella las tenéis todas”.
El nombre de Consuelo o Consolación hace pensar en cercanía con el afligido, fortaleza para compartir el dolor ajeno, compañía para ahuyentar la tristeza de la soledad. María, elevada al cielo, “brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación” (LG, 69).
En las letanías del Rosario, la Iglesia invoca a María como consuelo de los afligidos, porque el título mariano por excelencia es el de madre de Dios y madre nuestra. Como madre, particularmente atenta a los hijos que sufren.
Fuente: Orden de San Agustín.