Vive la Pascua Dominical en la Eucaristía en Casa y en la Parroquia.
El perfume de Jesús
Lc 17,11-19. Uno de diez. ¿Así es la proporción de la gratitud? Probablemente, sí. Jesús cura a los enfermos de lepra sin esperar nada a cambio. El cambio quizá radicara en que además de la piel restaurada, el corazón pronunciara un gracias sincero. Pero no. Solo uno, el peor visto por su procedencia, fue el que a grandes gritos le agradeció la sanación.
Dar gracias de corazón es tan importante. Un gracias como un grito. Un gracias rugiente. Nada ritualista, ni aprendido, ni domesticado.
Decir gracias es tan importante. ¡Cuánto cambiaría el mundo si miráramos con corazón agradecido! ¿No habría menos conflictos, resentimientos, sequedades, distancias?
El que vive con gratitud, desbordado por todo lo recibido, es un ser en el que canta la alegría.
Queda limpio y vuelve agradecido a Jesús, que te perfumará con su salvación, con su genuina amistad.
Fuente: Dibujo: Patxi Velasco FANO – Texto: Fernando Cordero, ss.cc.
Gracias a la vida – 28º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C
Lc 17, 11-19. Dentro de la pequeña historia de cada persona, probada por enfermedades, dolencias y aflicciones, siempre es un «misterio» experimentar en nosotros cómo se recupera la vida, cómo se reafirman nuestras fuerzas y cómo crece nuestra confianza y nuestra libertad. Es bueno pararse a reconocer todo lo bueno que vamos recibiendo en la vida, y ser agradecidos con el pasado y el presente. Saber agradecer los esfuerzos y trabajos de las generaciones pasadas, y las inquietudes y luchas de las presentes. Agradecer la historia que desde atrás nos sostiene y nos impulsa hacia un futuro mejor. Agradecer la naturaleza, los acontecimientos que tejen nuestra vida, las personas que nos acompañan, nos quieren y nos hacen más humanos.
Fuente: Editorial Verbo Divino – EVD.