Cuaresma-Pascua

Sin misericordia no es posible. IV Domingo de Cuaresma, ciclo C.

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Pascua Dominical. Eucaristía en Casa y en Parroquia.

Sin misericordia no es posible

Lc 15,1-3.11-32. Al llegar el hijo mayor y enterarse de lo sucedido y, sobre todo, de la actitud benevolente del padre, se siente “ofendido”: su “fidelidad” a ultranza parece no haber servido de nada. Mientras él no ha recibido ni un “cabrito”, la vuelta del disoluto ha llegado al extremo de matar hasta el “ternero cebado”. La actitud del hijo mayor es censurar al padre su generosidad, su inmensa misericordia. ¿No es quizá la actitud que hubiésemos tenido nosotros? Nuestra relación con los demás no es recuperadora, sino competitiva y excluyente. Nuestra “justicia” empieza y se acaba en nosotros mismos. Es incompatible con la misericordia. ¡Todos hubiésemos dicho con el hijo mayor que el padre aquel no era justo haciendo lo que había hecho!

¿Fue “injusto” el padre? Su salida en busca del “bueno” porque no quería entrar a la fiesta es el momento aciago de la escena: claramente le dice al padre por qué no quiere entrar: se siente discriminado, él tan cumplidor, “y ahora que ha venido ese hijo tuyo…”. ¡No dice “mi hermano”! ¡Es incapaz de llamar a su padre, padre nuestro!

La desventura del padre es su impotencia ante la negativa de uno de sus hijos de disfrutar en una fiesta por la recuperación de “este hermano tuyo que estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. ¡No hay posibilidad de encontrarse con este Padre sin sentirse hermano de su otro hijo, que está llamado a la recuperación! La parábola no nos dice si entró. ¿Estamos nosotros dispuestos a entrar? Posiblemente la escena evangélica tenemos que culminarla nosotros, y parece que sin misericordia no es posible. No hay otro motor para seguir avanzando.

Fuente: Dibujo: Patxi Fano – Texto: Fernando Cordero ss.cc.

Ponte una nariz roja – 4º Domingo de Cuaresma, Ciclo C

Lucas 15, 1-3.11-32. El vídeo-evangelio de esta semana nos invita a pensar en la fiesta que ha organizado el Padre. Una fiesta donde hay una payasa que lleva una nariz roja que, más que un disfraz, es un recordatorio de que Dios nos recibe con alegría. Una fiesta donde cada sonrisa es un anillo nuevo en nuestros dedos, donde cada abrazo agradecido es un vestido nuevo que cubre nuestras heridas del pasado. Así que ponte una nariz roja, sonríe y abraza profundamente, nunca es tarde para regresar a la verdadera alegría.

Fuente: editorialverbodivino.com

DIOS NOS SORPRENDE EN LOS NUEVOS COMIENZOS – Domingo 4 Cuaresma – ciclo C

Fuente: José Cristo Rey García Paredes.

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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