Señor, déjame estar y acompañarte
(Rezando voy).
Mc 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: ‘El Señor lo necesita y lo devolverá pronto’”.
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: “¿Por qué tenéis que desatar el borrico?” Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!”
Música:
Santo interpretado por Jesús Cabello: «Tu amor primero»© Autorización de Jesús Cabello
Mignon de Schubert interpretado por Daniel Estrem: «Reverie»© Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Texto de apoyo:
El rey desnudo
¿Qué reino es este, que ve a su rey despojado de grandezas, de ropajes, de títulos? Hay que saber mirar para descubrir el poder verdadero de una palabra que rompe muros y desnuda ficciones; Mirad y ved, hossannah, una mano que escribe la ley en la arena, y viste, con suave caricia, a los despojados; unos pies descalzos que se adentran por caminos áridos para salir al encuentro de la gente solitaria; un corazón que late tan fuerte con cada herida ajena que a punto está de salirse del pecho; unos ojos que no se dejan cegar por resplandores vacíos, y saben encontrar el tesoro que nadie más ve. Mirad y ved, vosotros también, Hossannah. Contempladlo y quedaréis radiantes. (José María R. Olaizola, sj)