La vida de un hombre que cruzó los límites y se convirtió en héroe.
En mayo de 2018 se estrenó en España el documental DOS CORONAS sobre san Maximilian Kolbe, una de las figuras más conocidas e internacionales de Polonia. La decisión heroica que puso fin a su vida le ha catapultado a la fama en todos los rincones de la tierra. Grandes personalidades del mundo se acercan a su celda en Auschwitz casi como una visita obligada al llegar al campo de concentración. Pero la vida de Kolbe fue casi tan poderosa y chocante como su propia muerte. DOS CORONAS combina la recreación de hechos hasta ahora desconocidos con las declaraciones de expertos y de personas que le conocieron y quedaron impactados por sus palabras y acciones. La parte documental fue preparada en Polonia, Japón e Italia y entre otros participa Kazimierz Piechowski, a quién conoció en el campo de concentración.
Nació en 1894 en Zdunska Wola, en Polonia central. Morirá en Auschwitz, el campo de concentración nazi. Fue el preso número 16.670, canjeado por el preso número 5.659. Le inyectaron una dosis letal –dicen que de ácido muriático– el 14 de agosto de 1941.
Es una de las incontables víctimas de la crueldad del siglo XX; ese siglo en el que ha imperado en tantas y tan lastimosas ocasiones la «cultura de la muerte» a pesar de estar tan prendado de sí mismo.
No es oro todo lo que reluce en la centuria que pone final al segundo milenio, no. Posiblemente los que hemos tenido la suerte de nacer y vivir en ella tan ufanos, tan engreídos con los avances que aportan las comunicaciones y la ciencia, embelesados con el comienzo de la conquista del espacio y con la medicina que pone remiendos para retrasar lo inevitable con los trasplantes de órganos… pienso yo que nosotros, los que cada día despertamos con el anuncio de una nueva tecnología punta que va a hacer más agradable la vida, a lo mejor tengamos motivos de vergüenza y de horror al recordar las terribles plagas de genocidios –tan grandes como no conoció otros la historia– de los que hemos sido testigos y, algunos, más que espectadores, culpables. Porque, se me ocurre pensar, no solo es intolerable violencia contra la humanidad lo ocurrido en los campos de concentración de aquellos nazis, también lo son los exterminios en la región de los Grandes Lagos africanos, las limpiezas étnicas de Kosovo y los casi infinitos abortos de las asépticas clínicas de los países ricos. Y la lista de casos se haría interminable…
Maximiliano María Kolbe, como buen polaco, recorre el camino a Czestochowa cada año, en peregrinación costosa y emotiva, para rezar a la virgen negra de Jasna Gora, Patrona de Polonia. Ese amor a la Virgen fue madurando de modo armónico con su crecimiento. Ingresó en los franciscanos en Lwow. Fue estudiante en Cracovia y luego en Roma; también allí se ordenó de sacerdote en 1918. Vuelto a Polonia, funda la Milicia de la Inmaculada, que tiene como instrumento difusor el periódico El Caballero de la Inmaculada, y llega a construir el complejo apostólico de Niepokalanow, cercano a Varsovia. Es, por años, misionero en Japón.
La Gestapo lo detiene en 1939 por ser molesta su actividad a los ocupantes alemanes, pero no es esta la detención definitiva. Pasarán dos años antes de ser deportado definitivamente al Campo de la Muerte o, como lo ha llamado el papa Juan Pablo II, «el gran Gólgota del mundo contemporáneo», a unos sesenta kilómetros de Cracovia.
Hubo allí una fuga en los días últimos de junio del 1941 y las autoridades del campo decidieron una represalia. Eligen a unos cuantos para que mueran de hambre. Uno de los designados al azar por Fritsch, el jefe de campo, para morir en el «bunker del hambre» es el sargento polaco Fransciszek Gajowniczel, pero el nombre era lo de menos, solo era el preso número 5.659; en realidad, era padre de familia que dejaba mujer e hijos. «Me ofrezco para morir a cambio de ese padre de familia. Soy sacerdote católico». Había llegado para el P. Kolbe el momento de pasar de las palabras a las obras, dando la vida por el prójimo; para Fritsch era igual un número que otro.
Todos van muriendo por inanición. El consuelo y la ayuda espiritual a los moribundos fue llegando a través del padre franciscano. Tres semanas de hambre han sido suficientes. Como queda todavía medio vivo el P. Kolbe, apoyado en la pared y musitando oraciones, pero al molestar su presencia, el enfermero –o lo que fuera– le inyectó para acelerar la muerte. Era víspera de la Asunción.
Pablo VI beatificó a Kolbe en 1971, estando presente, como testigo de excepción, el sargento Franciszek Gajowniczel, y Juan Pablo II lo canonizó el 10 de octubre del año 1982.
El amor a la Inmaculada, eso que a tantos hoy les evoca recuerdos de algo trasnochado e inútil, eso que suena a tantos a música celestial, que es lo mismo que decir como consuelo anacrónico para pusilánimes, torpes e inadaptados a las exigencias de la vida contemporánea, ese amor a la Virgen, hizo posible que un franciscano, el Loco de la Inmaculada, diera su vida por entero en salvación de un hermano necesitado cuando la historia se convertía en calamidad, en desgracia.
El tono oscuro de los males del siglo que sugería al principio, se alumbra con los genios que de la misma humanidad han ido saliendo al arrullo y fuerza de la Gracia. ¿Por qué será que unos destripan la vida y otros la favorecen, apadrinándola hasta el fin? ¿Por qué?
Datos curiosos sobre su vida.
1. Se le apareció la Virgen María cuando era niño
San Maximiliano Kolbe nació el 8 de enero de 1894 en la ciudad polaca de Zundska Wola, ocupada en ese entonces por Rusia.
Cuando era niño realizó una travesura que su madre le reprochó. Tiempo después, ella vio que su hijo Maximiliano había cambiado de actitud y que frecuentemente oraba llorando ante un pequeño altar.
El pequeño le dijo: “Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen que me dijera lo que sería de mí. Lo mismo en la iglesia, le volví a rogar. Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja”.
“La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las aceptaba… (las dos). Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció”.
2. Fue muy devoto de la Inmaculada Concepción
San Maximiliano siempre fue muy devoto de la Inmaculada Concepción. En 1917 fundó un movimiento llamado «La Milicia de la Inmaculada», el cual se consagró a la Virgen María para luchar con todos los medios por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.
También inició la publicación de una revista mensual llamada «Caballero de la Inmaculada», orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Madre de Dios.
Comenzó en 1922 con un tiraje de 500 ejemplares y para el año 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares publicados.
3. Se ofreció para ir como misionero a Japón
Luego de que el Papa Pío XI solicitara sacerdotes para ir a las misiones, en 1931 el santo se ofreció como voluntario y viajó a Japón.
Allí fundó una nueva ciudad dedicada a la Inmaculada («Mugenzai No Sono») y publica su revista «Caballero de la Inmaculada» en idioma japonés («Seibo No Kishi»). Regresó a Polonia en 1936.
4. Fue condenado a morir de hambre en una celda y sobrevivió
Durante la Segunda Guerra Mundial fue apresado y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia, aunque fue liberado. Sin embargo, en 1941 los nazis volvieron a detenerlo y lo destinaron al campo de concentración de Auschwitz.
A pesar de las limitaciones y dificultades para ejercer su ministerio sacerdotal, atendió a los prisioneros y les transmitió el consuelo de la Virgen María.
El 3 de agosto de ese año, un preso escapó y como represalia el comandante del campo ordenó escoger a diez cautivos para ser condenados a morir de hambre. San Maximiliano ofreció su vida a cambio de la del sargento polaco Franciszek Gajowniczek, quien había suplicado: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos”.
En esa celda, el sacerdote alentó en la fe a sus compañeros, con oraciones y cantos. Dos semanas después, solo el santo permanecía con vida. Necesitando la celda para otros reos, los nazis decidieron acabar su vida inyectándole ácido carbólico en la vena.
5. El Papa Francisco visitó su tumba
Durante su visita al campo de concentración nazi de Auschwitz, en el marco de su viaje apostólico a Polonia por la Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016, el Papa Francisco conoció la “celda del hambre” donde fue encerrado San Maximiliano Kolbe hasta el día de su muerte, el 14 de agosto de 1941.
En el oscuro recinto, en cuyas paredes hay una placa recordatoria y un grabado de las víctimas con tres cirios al centro, el Santo Padre se sentó y oró solo y en silencio por cerca de seis minutos.
6. En Polonia existen los frailes bomberos de San Maximiliano
En 1927, el Santo fundó la «Ciudad de la Inmaculada» en el convento franciscano de Niepokalanów, a 40 kilómetros de Varsovia.
Desde hace más de 80 años aquel lugar cuenta con un Cuerpo de Bomberos Frailes de San Maximiliano María Kolbe.
En 1928, Kolbe reunió y dijo a los frailes: “esto lo hemos recibido de la gente, no es nuestro, por lo que tenemos que asegurarnos de que no se destruya». Pronto se pusieron manos a la obra y organizaron una guardia contra incendios.
1 comentario
«Nada para si, todo para la Inmaculada» – el lema que inspiró toda su obra.
» Aquel que ama generosamente a la Inmaculada , se salvará y se santificara él mismo y ayudará a otros a santificarse «.
Santo Maksymilian Kolbe ruega por nosotros.