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Nuestra Compostela es Jesús. Solemnidad del Apóstol Santiago. 25 julio.

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Nuestra Compostela es Jesús.

Mt 20,20-28. Santiago Apóstol nos muestra el camino del verdadero discípulo, el de la conversión. Caminar hacia Jesús para servir. No hay camino de vanagloria ni de poder, porque lo nuestro es servir.

Lo importante es caminar, con otros, sinodalmente, repartiendo el amor de Corazón de Cristo. Si llegamos a Jesús, llegamos a Compostela, “hemos llegado al destino”. Solo Jesús es brújula y meta. Y Jesús, se puso a lavarles los pies.

Fuente: Dibujo: Patxi Velasco FANO – Texto: Fernando Cordero, ss.cc.

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De manera extraordinaria celebramos consecutivamente un año Santo Compostelano. Por ello nos alegra -como siempre- volver a Galicia; y también para hacer esta ofrenda al Apóstol Santiago, que tanto arraigo histórico tiene para España y para la Corona.

Quiero que, en esta ocasión, mis primeras palabras sean para transmitir nuestro cariño y apoyo a todas las personas que han sufrido y que todavía sufren las terribles consecuencias de los incendios que están asolando tantos lugares de España. Personas que han tenido que ser evacuadas de sus hogares, que han perdido sus casas, sus cosechas, sus ganaderías, su modo de vida, la vida misma… Nuestra condolencia sincera a las familias de los fallecidos en estos momentos de profunda tristeza y consternación.

Esta tierra, Galicia, sabe bien lo que es sufrir el azote de los incendios y también ha padecido de manera intensa esta última oleada de fuego.

La Reina y yo, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía tenemos muy presente esta situación y queremos hacer llegar nuestra solidaridad y respeto a todos los afectados. Asimismo, queremos agradecer el esfuerzo titánico de cuantos participan en las tareas de extinción de estos incendios. Su entrega es admirable porque va mucho más allá de cumplir un cometido profesional. Y no olvidemos que a su alrededor hay un importantísimo trabajo de coordinación y apoyo, de profesionales de todo tipo, también de voluntarios y de vecinos.

Debido a estas circunstancias excepcionales quiero pedir al Apóstol Santiago la protección de quienes luchan día a día contra este drama; de todas esas personas que, ante esta grave situación, no dudan en ayudar a los demás, demostrando su sólido sentido de comunidad…

Hoy volvemos a Santiago, donde convergen todos los caminos. Es un final. Significa el cumplimiento de una promesa, de un objetivo, un anhelo personal o familiar, una meta. Pero es también un comienzo. De nuevas actitudes, propósitos, compromisos, de una nueva vida.

El valor de un camino trasciende, pues, el plano puramente material para adentrarse por completo en el simbólico. Un camino conecta lugares, bien sean cercanos o lejanos, y supera distancias. Y hace lo propio con las personas. Las vincula, las relaciona, las hermana. Y en esta Catedral donde nos encontramos se pone de manifiesto el enorme valor material y simbólico del Camino.

Su carácter vertebrador sustenta la máxima de Goethe de que “Europa nació en la peregrinación”. Como magnífico exponente y ejemplo de fraternidad entre pueblos y personas de todo el mundo -de diferentes culturas, motivaciones y circunstancias-, puede decirse que fue el primer proyecto europeo común, y de ello dimos testimonio cuando le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, hace ya 18 años.

El proyecto europeo conserva intacto su significado porque somos mucho más que países con intereses coincidentes. Somos pueblos unidos por un origen y un destino, por valores y principios comunes, que se manifiestan en un Camino que compartimos a través de distintas etapas.

En esta etapa en la que nos encontramos ahora, cuando el horror de la guerra reaparece en el Viejo Continente, debemos reivindicar unidos -y en este especial Año Santo Xacobeo- los valores, cívicos, culturales y espirituales del Camino de Santiago, trazados por los pasos de los innumerables peregrinos que lo recorrieron a lo largo de los siglos hasta la actualidad.

«…La Corona cumple, en este Día de Santiago, con una tradición muy querida que mantiene desde 1643, en tiempos de Felipe IV, y que se adapta a los tiempos sin dejar de respetar y perfeccionar su esencia. De ahí, nuestro compromiso con esta ofrenda en el día que celebramos el Santo Patrón de Galicia y de España … // … Además del agradecimiento al Apóstol por su protección, le pedimos ayuda para que nuestro país dé los pasos correctos en esta etapa del camino no exenta de obstáculos. En cada español hay un peregrino que, en compañía de sus compatriotas, de nuestros hermanos europeos y de tantos otros de muchos lugares del mundo, pondrá ─como de costumbre, como siempre─ toda su voluntad para superar las adversidades que se le presenten; para superar su propio y personal Pórtico de la Gloria. …»

Y aunque los conflictos puedan parecer distantes en términos de kilómetros, resultan intensamente propios cuando pensamos en las personas, en las mujeres, hombres y niños, que han visto rota una convivencia que, en esta época, en este Siglo XXI de progreso y de crecimiento, parecía asegurada. La paz debe marcar el norte de nuestra brújula. Ahora y siempre.

Es verdad que la economía, el comercio, la energía… condicionan tanto nuestra Europa moderna y contemporánea -y su devenir. Pero nada de eso tiene un sentido profundo si no ponemos los valores de la democracia y la Cultura en la base para la consolidación de nuestro gran proyecto común.

Esta Plaza del Obradoiro se halla geográficamente en la periferia de Europa, pero emocionalmente está en su corazón. Esta Catedral, a la vez románica, gótica y barroca, ilustra a la perfección que existe una evolución sensata y razonable de las cosas, que se adapta a los tiempos.

Y al llegar a este templo, Santiago el Mayor ayuda siempre a descubrir uno de los propósitos más importantes del Camino: el reencuentro con uno mismo. La Ruta Xacobea aleja ciertas rutinas y facilidades que, a lo largo de los días y de las etapas, pasan de resultar imprescindibles a parecer accesorias. Se revela lo que es realmente importante. Ofrece reflexión e introspección. En medio de la vida sin pausa y de la inmediatez, aporta calma y serenidad.

Por eso, peregrinar hoy conserva su sentido principal; contribuye a que lo material pase a un segundo plano y que el alma recupere todo el protagonismo.

Su relevancia -demostrada a lo largo de la historia-aumenta con especial intensidad cuando atravesamos un compás histórico en el que los miedos, dudas e incógnitas parecen nublar los horizontes de toda la humanidad; en el que el cambio permanente parece ser ya el estado natural de las cosas.

2021, primera parte de este Bienio Xacobeo, continuó marcado por el dolor que nos impuso una pandemia sin precedentes en nuestra historia reciente; “una de las experiencias más duras que guardamos en la memoria”, como expresé en la ofrenda el año pasado. El Camino supuso entonces una reconfortante forma de reafirmar nuestra confianza en los demás.

En este 2022, al contrario de lo que se anhelaba, las incertidumbres permanecen, no solo en el ámbito sanitario, sino también las relacionadas con la paz o con la economía. La complejidad de la situación actual es evidente y supone nuevamente un reto colectivo de gran envergadura.

Hemos pasado momentos muy duros en los últimos años. La pandemia y, junto a ella, los desafíos en otras áreas, nos han impactado y nos impactan como sociedad y como personas. Pero en todo este tiempo no se ha doblegado nuestra capacidad para seguir adelante. Porque España tiene valores; los valores de un pueblo responsable, decidido, fuerte, solidario, que ha recorrido su camino con entereza. Nunca nos ha faltado ni ambición ni coraje. Porque España tiene carácter. Y lo ha demostrado a través de su historia, lo demuestra día a día y lo demostrará siempre.

Coa mente e o corazón consagrados ao futuro de Europa e da nosa sociedade, encomendámonos ao Apóstolo para que nos axude a atopar certezas que sirvan de guía no noso vieiro de aquí en adiante.

A afouteza que o paso dos séculos impregnou en todas as sendas que nos traen ata aquí axúdanos a afrontar con azos renovados as dificultades do presente. Ao igual que a luz da torre Berenguela nos orienta cara ao Apóstolo, os valores inmutables da peregrinación guiarannos de novo na superación das adversidades.

La Corona cumple, en este Día de Santiago, con una tradición muy querida que mantiene desde 1643, en tiempos de Felipe IV, y que se adapta a los tiempos sin dejar de respetar y perfeccionar su esencia. De ahí, nuestro compromiso con esta ofrenda en el día que celebramos el Santo Patrón de Galicia y de España.

Además del agradecimiento al Apóstol por su protección, le pedimos ayuda para que nuestro país dé los pasos correctos en esta etapa del camino no exenta de obstáculos. En cada español hay un peregrino que, en compañía de sus compatriotas, de nuestros hermanos europeos y de tantos otros de muchos lugares del mundo, pondrá -como de costumbre, como siempre- toda su voluntad para superar las adversidades que se le presenten; para superar su propio y personal Pórtico de la Gloria.

Palabras de S.M. el Rey en la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago 2021

Santiago de Compostela, 25.07.2021

“Señor Santiago”

Los caminos han sido siempre expresión del deseo y la voluntad de formar una comunidad. Allí donde nace un camino late el convencimiento de que salvar las distancias físicas y emocionales entre las personas es el mejor modo de superar las dificultades.

El caminante que recorre esas rutas seguirá sintiendo sus raíces, la pertenencia a su pueblo, pero no de un modo excluyente sino inclusivo, sabiendo que su horizonte vital es tan ilimitado como la misma Humanidad. El camino enseña; cada paso es como un aprendizaje, una experiencia que nos forma. Y el camino descubre al “otro” y diluye el temor a lo desconocido, a lo diferente. En cada caminante, en cada peregrino, siempre hay un amigo que tiende la mano, que escucha, que acompaña, que sabe esperar.

Hoy, en la Catedral donde convergen todos los caminos y donde habita para la eternidad el Apóstol Santiago, renovamos la ofrenda de un pueblo que quiere ser agradecido. Hacia Compostela discurre un Camino que recoge el espíritu de todos los que existen desde el origen de los tiempos. Su fuerza para atraer y reconfortar a gentes de todas las épocas, procedencias y motivaciones reside en que el Camino de Santiago reúne la capacidad de todas las sendas y veredas para crear comunidades más amplias que hagan la convivencia más intensa, más fructífera.

La cultura xacobea nos recuerda, además, la capacidad de los hombres y mujeres anónimos para moldear la historia de forma tan imperceptible como intensa. Junto a peregrinos de renombre que figuran en las numerosas crónicas y libros de viajes, ha existido una multitud de viajeros desconocidos que, poco a poco, contribuyeron con sus huellas a dar forma a una experiencia que diluyó fronteras y propició lugares de encuentro.

De ahí que la peregrinación a Santiago tenga distintos componentes: material y espiritual, tradicional y moderno. La idea de los viejos caminos como arterias por donde circulan los mejores sentimientos humanos se une al protagonismo del caminante desconocido que suma su paso al de otros muchos peregrinos guiados por el Apóstol Santiago.

Siempre existen motivos de gratitud al Patrón de España en esta ofrenda nacional que, como Rey, tengo el honor de realizar. Y en esta ocasión, cuando de manera paulatina y prudente nos esforzamos por retomar el recorrido que la pandemia quiso interrumpir, queremos infundir esperanza en quienes sienten desaliento.

La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 es, sin duda, una de las experiencias más duras que guardamos en nuestra memoria. En muy poco tiempo nos vimos inmersos en una situación desconocida que ha cambiado hábitos, costumbres y rutinas y, sobre todo, que ha llevado al corazón de muchas personas temores, incertidumbres, preocupaciones y, en muchas ocasiones, tristemente, un profundo dolor por quienes nos dejaron.

En momentos como este son imprescindibles faros que alumbren y que marquen la dirección en la oscuridad. Uno de ellos lo representan, sin duda, los ciudadanos que, con su solidaridad y entrega, con un gran sentido cívico, volcaron todos los esfuerzos ayudando a sus semejantes.

Este lugar en el que nos encontramos es una verdadera guía a la que españoles de otras épocas dirigieron su mirada y en la que depositaron su confianza en busca de una fuerza interior que les permitiera reponerse del infortunio. Un lugar que guarda como el mayor de sus tesoros las plegarias de nuestros antepasados pidiendo esperanza a su Santo Patrón.

Esta es una Catedral hecha de piedra y también de esperanza; y buena prueba de que la encontraron –la esperanza− es la persistencia de una sólida tradición xacobea que se renueva constantemente. Pues bien; esa luz del “campo de estrellas” compostelano ha vuelto a servirnos de guía.

La misma cultura xacobea que inspira desde Galicia la unidad de España, su cohesión y su progreso —así como el proyecto europeo que nos liga a muchas naciones de nuestro continente— irradia ahora un mensaje que debe ser atendido. Nos dice que los pueblos se construyen sobre su personalidad y también sobre lo que tienen en común con otros pueblos, con ese sentimiento de fraternidad. Ambos pilares son imprescindibles para afrontar retos como el actual que nos exigen entender la complejidad de nuestro tiempo.

Invocamos de novo ao Apóstolo que simboliza a unidade. Ao redor del, como nas apertas que lle dedican os peregrinos, uniuse España e únese Europa. En torno á súa memoria érguese unha catedral maxestosa que representa a busca dun ideal compartido por millóns de persoas; unha catedral que representa tamén unha vitoria da esperanza sobre todas as “negras sombras” das que se laiaba Rosalía de Castro.

A España que compartimos hoxe é unha obra colectiva na que os soños de moitos devanceiros se plasmaron nunha convivencia democrática. Somos unha nación vencellada polo pasado, polo presente e polo futuro, que vive e se expresa en linguas e culturas tan ricas como a galega.

La Corona simboliza su carácter de puente entre pasado, presente y futuro; simboliza la continuidad de nuestra Nación en la historia como comunidad política, cultural y humana. Hoy nos acompañan a la Reina y a mí, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, que participan por primera vez en esta tradición que es, al mismo tiempo, expresión de modernidad porque sus valores no se agotan en la tradición misma, sino que continúan vigentes proyectándose en nuestro futuro compartido. Una costumbre muy querida por nosotros, que está en el corazón de España y en alma de Europa.

Junto a la gratitud que debemos a la protección del Apóstol, y con el ruego de que nos ayude a mantener viva la esperanza de recuperar la normalidad, quiero reiterar en esta Ofrenda el orgullo y el respeto que, como español, siento por nuestro pueblo; por su determinación para superar definitivamente esta situación, por su voluntad para seguir construyendo el futuro que merecen nuestros ciudadanos.

La Corona, que estuvo en los inicios de la tradición del Camino en la lejana Edad Media, impulsa los valores de la cultura xacobea con la mirada puesta en ese porvenir. El Camino de Santiago es un diálogo intenso con su tiempo: aporta tolerancia, respeto por la diferencia y el firme deseo de unir pueblos y culturas en una conversación permanente, constructiva y enriquecedora. Y hoy, Día de Santiago, en un nuevo Año Santo Compostelano, le pedimos ayuda al Santo Patrón de Galicia y de España para cultivar sin descanso esos principios, para cimentar los caminos de unidad, solidaridad y concordia que aseguran nuestra convivencia en democracia y libertad.

«…hoy, en la Catedral donde convergen todos los caminos y donde habita para la eternidad el Apóstol Santiago, renovamos la ofrenda de un pueblo que quiere ser agradecido. Hacia Compostela discurre un Camino que recoge el espíritu de todos los que existen desde el origen de los tiempos. Su fuerza para atraer y reconfortar a gentes de todas las épocas, procedencias y motivaciones reside en que el Camino de Santiago reúne la capacidad de todas las sendas y veredas para crear comunidades más amplias que hagan la convivencia más intensa, más fructífera….»

Felipe VI, rey de España.

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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