Jóvenes

Jornada Diocesana de la Juventud en Huelva. 23/11/2024.

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Portada: Misa presidida por Mons. Santiago Gómez, obispo de Huelva, clausuró la jornada de convivencia.

En la XXXIX Jornada Mundial de la Juventud 2024.

Que Todos Sean Uno · Luispo & Trigo 13.

Este evento, que coincide con la convocatoria anual del Papa Francisco para la festividad de Cristo Rey, reunirá a jóvenes de toda la provincia en una jornada llena de fe, encuentro y formación.

La Diócesis de Huelva se prepara para celebrar, el próximo sábado 23 de noviembre, la Jornada Diocesana de la Juventud en el Santuario de El Rocío.

Atendiendo a la invitación del Santo Padre, y en comunión con nuestro Obispo, Mons. Santiago Gómez Sierra, celebramos este gran encuentro diocesano que, en años anteriores, ha atraído a numerosos jóvenes, siendo una cita clave para la pastoral juvenil de nuestra Iglesia local. La jornada busca poner a Jesús como centro y seguir el llamado del Papa Francisco, quien nos recuerda que: «la pastoral juvenil necesita adquirir otra flexibilidad, y convocar a los jóvenes a acontecimientos que cada tanto les ofrezcan un lugar donde no sólo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo» (Christus Vivit, 204).

El Equipo Diocesano de Pastoral Juvenil ha diseñado un programa completo que incluirá actividades espirituales, formativas, culturales y de ocio, con varias novedades importantes. Entre ellas, destaca la “Casa de Santidad”, un espacio donde los jóvenes podrán conocer la vida de diferentes Santos de las últimas décadas, y la Casa de la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de San Juan del Puerto, que será preparada como capilla de adoración eucarística, ofreciendo a los asistentes la oportunidad de tener un encuentro íntimo con el Señor.

La jornada comenzará con una peregrinación desde el “Altar del Pañito” hasta el Santuario de Nuestra Señora del Rocío, donde los jóvenes participarán en una oración comunitaria. Posteriormente, en una solemne procesión, se trasladará a Jesús Sacramentado bajo palio hasta la Casa de la Real e Ilustre Hermandad de San Juan del Puerto, donde se instalará una capilla especial para la adoración eucarística.

Además, los jóvenes podrán participar en cinco formaciones distribuidas en distintos puntos del evento. La programación también incluye una comida con animación, un pequeño festival de música, un Rosario Joven, y una oración comunitaria estilo Laudato. La jornada culminará con una Eucaristía solemne presidida por el Obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez Sierra.

Desde la Diócesis se anima a todos los jóvenes a unirse a esta jornada de fe y comunidad, un espacio privilegiado para crecer en el amor a Dios y compartir la alegría de ser jóvenes discípulos de Cristo.

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Peregrinos de esperanza para la misión

Mensaje del Santo Padre / XXXIX Jornada Mundial de la Juventud 2024.

Queridos jóvenes:

El año pasado comenzamos a recorrer el camino de la esperanza hacia el gran Jubileo, reflexionando sobre la expresión paulina «alegres en la esperanza» (cf. Rm 12,12). Precisamente para prepararnos a la peregrinación jubilar del 2025, este año nos inspiramos en el profeta Isaías, que afirma: “Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31). Esta expresión está tomada del llamado Libro de la Consolación (Is 40-55), en el que se anuncia el fin del exilio de Israel en Babilonia y el inicio de una nueva etapa de esperanza y de renovación para el pueblo de Dios, que puede volver a su patria gracias a un nuevo “camino” que, en la historia, el Señor abre para sus hijos (cf. Is 40,3).

También nosotros, hoy vivimos tiempos marcados por situaciones dramáticas que generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad: la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano y de la creación. Frecuentemente los que pagan el precio más alto son ustedes los jóvenes, que perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza, a veces arrastrados por la ilusión de la delincuencia y las conductas destructivas (cf. Bula Spes non confundit, 12). Por ello, queridos jóvenes, me gustaría que, como le sucedió a Israel en Babilonia, también a ustedes llegue el mensaje de esperanza: del mismo modo hoy el Señor abre frente a ustedes un camino y los invita a recorrerlo con gozo y esperanza.

1. La peregrinación de la vida y sus retos

Isaías profetiza un “caminar sin cansarse”. Reflexionemos entonces en estos dos aspectos: el caminar y el cansancio.

Nuestra vida es una peregrinación, un viaje que nos impulsa más allá de nosotros mismos, un camino en búsqueda de la felicidad; y la vida cristiana, en particular, es una peregrinación hacia Dios, nuestra salvación y plenitud de todo bien. Las metas, las conquistas y los éxitos a lo largo del camino, si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo. En efecto, no sacian plenamente nuestra alma porque fuimos creados por Aquel que es infinito y, por esa razón, habita en nosotros el deseo de la trascendencia, la constante inquietud hacia el cumplimiento de las aspiraciones más grandes, hacia “algo mayor”. Por lo tanto, como se los he dicho muchas veces, “ver la vida desde el balcón”, para ustedes, los jóvenes, no puede ser suficiente.

No obstante, es normal que, aunque hayamos iniciado nuestros recorridos con entusiasmo, tarde que temprano comencemos a sentir cansancio. En algunos casos, lo que provoca ansiedad y cansancio interior son las presiones sociales que constriñen a alcanzar ciertos estándares de éxito en los estudios, el trabajo y la vida personal. Esto produce depresión, ya que vivimos en el afán de un activismo vacío que nos lleva a llenar el día con miles de cosas y, a pesar de ello, tener la sensación de nunca hacer lo suficiente y nunca estar a la altura. A este cansancio se une frecuentemente el hastío. Es ese estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga y prefiere permanecer en su zona de confort, encerrado en sí mismo, viendo y juzgando el mundo detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse las manos” con los problemas, con los demás, con la vida. Este tipo de cansancio es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar. ¡Prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseo de caminar!

La solución al cansancio, paradójicamente, no es detenerse a descansar. Es más bien ponerse en camino y volverse peregrinos de esperanza. Esta es mi exhortación: ¡caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida. El apóstol san Pablo utilizó la imagen del atleta en el estadio que corre para recibir el premio de la victoria (cf. 1 Co 9,24). Quien de entre ustedes haya participado en una carrera —no como espectador, sino como protagonista— sabe bien la fuerza interior que se necesita para alcanzar la meta. La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna. Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa.

2. Peregrinos en el desierto

En la peregrinación de la vida habrá retos inevitables que afrontar. Antiguamente, en las peregrinaciones más largas, había que enfrentarse a los cambios de las estaciones y el clima; atravesar hermosas praderas y bosques frescos, pero también montes nevados y áridos desiertos. Del mismo modo, para el creyente, el peregrinar de la vida y el camino hacia la meta lejana siguen siendo fatigosos, como lo fue para el pueblo de Israel el viaje por el desierto hacia la Tierra prometida.

Así pasa con ustedes. Incluso para los que han recibido el don de la fe, ha habido momentos felices en los que Dios ha estado presente y lo han sentido cercano, y otros momentos en los que han experimentado la soledad. Puede suceder que al entusiasmo inicial en el estudio o en el trabajo, o ante el impulso de seguir a Cristo —ya sea en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada— sigan momentos de crisis, que hacen que la vida parezca como una difícil travesía por el desierto. Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer. Son periodos de purificación de la esperanza. De hecho, en estas crisis muchas falsas “esperanzas”, que resultan demasiado pequeñas para nuestro corazón, se desvanecen; quedan desenmascaradas y, así, quedamos al desnudo frente a nosotros mismos y ante las cuestiones fundamentales de la vida, lejos de todo espejismo. Y en ese momento, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en qué esperanzas fundamento mi vida?, ¿son reales o son ilusorias?

En esos momentos, el Señor no nos abandona; se hace cercano a nosotros mostrándonos su paternidad y nos da siempre el pan que reaviva nuestras fuerzas y nos pone de nuevo en camino. Recordemos que al pueblo en el desierto le dio el maná (cf. Ex 16) y al profeta Elías, cansado y desanimado, le ofreció dos veces pan y agua para que pudiera caminar durante «cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb» (cf. 1 R 19,3-8). En estos relatos bíblicos, la fe de la Iglesia ha visto prefigurado el don precioso de la Eucaristía, verdadero maná y verdadero viático, que Dios nos da para sostenernos en nuestro camino. Como decía el beato Carlos Acutis, la Eucaristía es la autopista hacia el cielo. Él fue un joven que hizo de la Eucaristía su cita cotidiana más importante. Así, íntimamente unidos al Señor, caminamos sin cansarnos porque Él camina con nosotros (cf. Mt 28, 20). Los invito a redescubrir este gran don de la Eucaristía.

En los inevitables momentos de fatiga que acompañan nuestra peregrinación por este mundo, aprendamos entonces a descansar como Jesús y en Jesús. Él, que aconseja a los discípulos descansar, al volver de su misión (cf. Mc 6,31), reconoce vuestra necesidad de descanso físico, de tiempo de esparcimiento, para disfrutar de la compañía de los amigos, para hacer deporte e incluso para dormir. Pero hay un descanso aún más profundo, el descanso del alma, que muchos buscan y pocos logran, y que sólo se halla en Cristo. Sepan que todo cansancio interior puede encontrar alivio en el Señor, que les dice: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28). Cuando el cansancio del camino los agobie, vuélvanse a Jesús, aprendan a descansar en Él y a permanecer en Él, porque “los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31).

3. De turistas a peregrinos

Queridos jóvenes, la invitación que les hago es a ponerse en camino, a descubrir la vida, tras las huellas del amor, en busca del rostro de Dios. Pero les recomiendo esto: no se pongan en camino como simples turistas, sino como peregrinos. Que vuestro caminar no sea simplemente un pasar por los lugares de la vida de forma superficial: sin captar la belleza de lo que van encontrando, sin descubrir el sentido de los caminos recorridos, capturando breves momentos, experiencias fugaces para conservarlas en un selfie. El turista hace esto. El peregrino, en cambio, se sumerge de lleno en los lugares que encuentra, los hace hablar, los convierte en parte de su búsqueda de la felicidad. La peregrinación jubilar, por lo tanto, ha de ser signo del viaje interior que todos estamos llamados a hacer, para llegar al destino final.

Con esta disposición, preparémonos todos para el Año Jubilar. Espero que para muchos de ustedes sea posible venir a Roma en peregrinación para cruzar las Puertas Santas. En todo caso, para todos habrá también la posibilidad de realizar esta peregrinación en las mismas Iglesias particulares, ocasión para redescubrir los numerosos santuarios locales que conservan la fe y la piedad del pueblo santo y fiel de Dios. Y deseo que esta peregrinación jubilar se convierta para cada uno de nosotros en un «encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación» (Bula Spes non confundit, 1). Los exhorto a vivirla con tres actitudes fundamentales: el agradecimiento, para que sus corazones se abran a la alabanza por los dones recibidos, ante todo por el don de la vida; la búsqueda, para que el camino exprese el deseo constante de buscar al Señor y de no de apagar la sed del corazón; y, por último, el arrepentimiento, que nos ayuda a mirar dentro de nosotros mismos, a reconocer los pasos y las decisiones equivocadas que a veces tomamos y, así, poder convertirnos al Señor y a la luz de su Evangelio.

4. Peregrinos de esperanza para la misión

Les dejo una imagen más sugestiva para vuestro itinerario. Al llegar a la Basílica de San Pedro, en Roma, se atraviesa la plaza que está rodeada por la columnata diseñada por el famoso arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini. La columnata, en su conjunto, tiene la forma de un gran abrazo: son los dos brazos abiertos de la Iglesia, nuestra madre, que acoge a todos sus hijos. En este próximo Año Santo de la Esperanza, los invito a todos a experimentar el abrazo del Dios misericordioso, a experimentar su perdón, la remisión de todas nuestras “ofensas interiores”, como era tradición en los jubileos bíblicos. Y así, acogidos por Dios y renacidos en Él, conviértanse también ustedes en brazos abiertos para tantos de sus amigos y coetáneos que necesitan sentir, a través de vuestra acogida, el amor de Dios Padre. Que cada uno de ustedes regale «aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza» (ibíd., 18), y se conviertan así en incansables misioneros de la alegría.

Al caminar, alcemos la vista, con la mirada de la fe vuelta hacia los santos que nos han precedido en el camino, que han llegado a la meta y nos dan su testimonio alentador: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que han aguardado con amor su Manifestación» (2 Tm 4,7-8). El ejemplo de los santos y santas nos atrae y nos sostiene.

¡Ánimo! Los llevo a todos en el corazón y confío el camino de cada uno de ustedes a la Virgen María, para que, siguiendo su ejemplo, sepan aguardar con paciencia y confianza lo que esperan, permaneciendo en camino como peregrinos de esperanza y de amor.

Roma, San Juan de Letrán, 29 de agosto de 2024, Memoria del martirio de san Juan Bautista.

FRANCISCO

Centenares de jóvenes participan en la Jornada Diocesana de la Juventud en El Rocío.

La Jornada Diocesana de la Juventud en El Rocío ha sido uno de los actos preparatorios para el próximo Jubileo 2025, respondiendo a la llamada de la Iglesia contemplando a Cristo Resucitado Esperanza nuestra.

Cientos de jóvenes procedentes de diversos puntos de la geografía diocesana y pertenecientes a diversas realidades de la Iglesia onubense, se unieron el pasado sábado 23 de noviembre, a la tercera gran Jornada Diocesana de la Juventud en El Rocío organizada por el Equipo de la Pastoral Juvenil en colaboración con la Delegación de Pastoral Universitaria.

Ha sido una iniciativa desarrollada en el marco de la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, siguiendo las disposiciones de la Santa Sede respecto a la JMJ anual, que debe celebrarse en las Iglesias particulares de todo el mundo, como signo de comunión y fortalecimiento de fraternidad entre los jóvenes, fomentando la identidad diocesana.

La cita se dio para toda la juventud presente en nuestra Diócesis, así como cualquier miembro de nuestra Iglesia que quisiera participar. Todos los asistentes disfrutaron de una atractiva oferta de actividades dinámicas y al mismo tiempo profundas, con la finalidad de que los jóvenes pudieran crecer en su relación con el Señor y en su identificación con la propia Iglesia.

La jornada se inició en el Altar del Pañito, dando comienzo a una pequeña peregrinación hacia el Santuario de Nuestra Señora del Rocío.

Posteriormente se realizó una solemne procesión con Jesús Sacramentado bajo palio, hasta la Casa de la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de San Juan del Puerto. La misma se habilitó como capilla de adoración continua durante toda la jornada.

Así mismo, a lo largo de la mañana se desarrolló el “Rise up”, al mejor estilo JMJ; consistió en la realización de diversas formaciones destinadas a cada etapa vital de la juventud (adolescencia, universitaria, profesional, noviazgo y compromiso), ofreciendo una gymkana para los más jóvenes, Preguntas a un Teólogo, el Joven profesional y la vida en fe, el Noviazgo cristiano y Música en misión, respectivamente. Además, como novedad, este año contamos con La Casa de la Santidad, una exposición visitable durante toda la jornada en la que podíamos encontrar los Santos más recientes y jóvenes de la Iglesia.

Por la tarde, se realizó un festival musical que finalizó con el rezo del rosario procesional, contando con todos los jóvenes presentes para ir hasta la capilla de adoración continua, e iniciar el traslado del Santísimo Sacramento hasta el Santuario; procesión presidida por nuestro Obispo Don Santiago en compañía de la juventud. Esta finalizó con el momento culminante de la Jornada: el Laudato de adoración preparatorio para la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, presidida también por nuestro Obispo, acompañada en el canto por el Coro Joven de la Real Hermandad de Emigrantes de Ntra. Sra. del Rocío de Huelva.

Fuente: diocesisdehuelva.es

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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