«El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve«.
Oración para irradiar a Cristo
La santa Madre Teresa de Calcuta aconsejaba a sus religiosas que rezasen todos los días esta Oración de San John Henri Newman.
Amado Señor,
ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. Inunda mi alma de espíritu y vida.Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto
que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera
que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.
El Cardenal Henry Newman, apóstol de la Verdad
De sacerdote anglicano a purpurado católico: fue largo el camino hacia la santidad del británico Henry Newman, cuya vida se caracterizó por una búsqueda constante de la única Verdad.
«De las sombras y de las figuras a la verdad»: también lo hizo escribir en la tumba en el momento de su muerte, ocurrida el 11 de agosto de 1890, cuando se encontraba en el oratorio de Birmingham, el cardenal Henry Newman. Para él la búsqueda de la verdad ha sido siempre la única razón para vivir y después de una larga reflexión interior comprende que las respuestas a las preguntas más profundas sólo pueden encontrarse en la Iglesia de Cristo.
De la Iglesia de Inglaterra a la de Roma
Es un joven inteligente y precoz, Henry, que a los 25 años ya ha encontrado a Dios, pero no «como una noción, sino como una persona que lo llama a sí misma». En dos años se convierte en sacerdote anglicano que predica a su pueblo y enseña a los jóvenes de Oxford, pero la pregunta poco a poco fue entrando en él: ¿puede esta Iglesia, iniciada por un rey, ser la verdadera Iglesia de Cristo? La respuesta le llega durante un viaje a Italia donde se enferma y rezando por su recuperación se abandona completamente a Dios, dejando que su luz lo guíe de ahora en adelante.
Entrada en el “puerto seguro”
De regreso en Oxford, Henry está cada vez más lejos del anglicanismo. Comienza a estudiar a los Padres de la Iglesia, comunes a todas las confesiones, y reune en torno a él a un grupo de estudiosos que se cuestionan sobre temas importantes como el respeto de la tradición de los primeros siglos. En 1843 toma su decisión: el 24 de septiembre pronuncia su último sermón, baja del púlpito y se despoja de sus vestiduras. Dos años más tarde pide ser admitido en la Iglesia Católica y después de completar sus estudios teológicos en Roma, es ordenado sacerdote en 1847: «Fue como entrar finalmente en un puerto seguro después de la tormenta», es su comentario. Después de él florecerían otras conversiones entre intelectuales y teólogos ingleses.
El regreso entre su gente
En 1850 Henry regresa a Inglaterra. Su vida será difícil y muchas de las pruebas que tiene que superar lo encuentran solo y dirigido al fracaso: la fundación de la universidad en Dublín, la traducción de la Biblia al inglés, la dirección de una revista… Pero logra fundar un oratorio en Oxford dedicado a San Felipe Neri en cuya Congregación había sido ordenado sacerdote. Pero sobre todo no se desanima: ahora la luz del Señor lo ilumina desde dentro haciéndolo resplandecer. En 1879 León XIII lo crea cardenal, reconociendo su eterna búsqueda de la Verdad única como su camino personal hacia la santidad.
Fuente: Vatican News. Roberta Barbi – Ciudad del Vaticano