“Encontrarnos con Jesucristo a través de este Camino ha sido para nosotros el mayor de los regalos”.
Así comienzan su testimonio Manuel Pérez y Charo Núñez (ambos de 1968), casados desde hace 27 años y con nueve hijos que viven su fe en el Camino Neocatecumenal y que acaba de regresar de Ucrania donde vivían en misión desde hace casi una década.
“Cuando descubrimos a Dios como un Padre bueno, paciente, misericordioso y nos sentimos reconciliados con Él a través del perdón pudimos ver todo con distintos ojos; lo que antes nos mataba o nos hundía en la tristeza, ahora lo vivimos como parte de nuestra historia de salvación”. Precisamente esta lectura creyente de su vida les instó a “levantarse” y ofrecerse como familia misionera. Cuando oyeron su destino (Ucrania) reconocen que “nos costó situarlo en el mapa”. Recuerdan que el cambio “fue radical” porque “en Sevilla trabajábamos los dos, teníamos buenos sueldos y muchas seguridades materiales y afectivas. Además, ya teníamos 9 hijos entre 2 y 17 años y fue duro para ellos, no comprendían este cambio. Ahora dan gracias a Dios por todos estos años de tocar al Señor, de sentirlo cerca, de ver su Providencia”.
Un país de contrastes
Tras este tiempo viviendo en Ucrania esta familia la describe como “un país precioso, de muchos contrastes, atrasado en muchos aspectos herencia de su etapa bajo el comunismo”. De igual forma, se refieren al pueblo ucraniano como “bellísimas personas, con un carácter marcado por su situación geográfica, clima, historia, etc.”, pero no por ello menos acogedor: “Nosotros hemos vivido entre ellos y como ellos, inculturándonos, compartiendo sus costumbres, sus dificultades, sus precariedades y siempre nos hemos sentido aceptados, acogidos y queridos”.
Con respecto a la realidad religiosa del país, explican que la población es cristiana, mayoritariamente ortodoxa, y apenas un 14 % pertenece a la Iglesia Greco-Católica y solo el 2,5 % son Romano-Católicos. “Los ucranianos suelen ser muy religiosos, hay numerosos templos y celebran las fiestas cristianas de forma muy participativa y en familia. Nos llamó la atención que durante la octava de Pascua se saludan diciendo ¡Cristo ha resucitado! y responden ¡Verdaderamente ha resucitado!”
Una guerra inesperada
Aunque fueron muchas las advertencias de una invasión inminente de Rusia, confiesan que “nunca lo imaginamos y muchos ucranianos tampoco”. La Embajada de España en Kiev los llamó recomendándoles abandonar el país, “pero no vimos motivos reales para volver a España porque el ambiente era de absoluta tranquilidad. Sin embargo, la noche de los primeros ataques nos despertaron dos bombas a pocos kilómetros de casa. Salimos con lo puesto hacia la frontera con Hungría, con la idea de esperar unos días, pero viendo el nerviosismo y el caos decidimos quedarnos en Budapest. Allí esperamos a reunirnos con nuestra hija mayor, María, embarazada de seis meses, que salió más tarde de Ucrania porque vivía con su marido ucraniano en otra ciudad, y juntos partimos para Sevilla”, relatan.
Actualmente denuncian que la situación en Ucrania es “de muerte y destrucción. Muchos hermanos han emigrado, otros se han quedado en sus casas y duermen vestidos porque tienen que bajar a los refugios continuamente; nos dicen que tienen miedo, pero que están sostenidos por la fe y aceptan y confían en la voluntad del Señor”. Ante esta situación la Iglesia responde: “Los presbíteros que conocemos están en sus parroquias sirviendo los sacramentos y ayudando en todo lo posible. Trasladan a los ucranianos a la frontera, a veces a más de 800 kilómetros, y vuelven cargados con alimentos, medicamentos, etc. para los que aún continúan allí. Hacen presente a Jesucristo en medio de tanto sufrimiento”.
Solidaridad y oración
De igual manera la Iglesia Universal se ha volcado con estos hermanos. Manuel y Charo destacan el ejemplo de Polonia: “No hay asentamientos, sino que los refugiados llegan y son ubicados por todo el país. Esto es un signo de las profundas raíces cristianas de este gran pueblo”. Asimismo, aseguran sentirse “emocionados por el gran interés y cariño de nuestros conciudadanos hacia el pueblo ucraniano”. Además de animar a los sevillanos a colaborar con las numerosas iniciativas solidarias que han surgido, esta familia misionera pide que recen por el fin de la guerra: “La oración es poderosísima. Pidiendo por la intercesión de la Virgen María para que esto acabe pronto y que proteja especialmente a los más débiles, a familias que han tenido que separarse, dejar sus casas, cambiar de país, de idioma… necesitan nuestra ayuda y nuestras oraciones”.
Apunte personal de Canta y Camina
Tuve la dicha de conocer a la Familia Pérez-Núñez antes de ir a la Misión de Ucrania siendo párroco en la Parroquia de Santa Clara de Sevilla. ¡Enhorabuena por vuestro testimonio!
Manuel nos envió este mensaje a Canta y Camina:
CyC: ¿Cómo ha sido la vuelta a Sevilla? -Muy difícil. Despertarnos a las 5;30 de la mañana con el sonido de los misiles cerca de nuestra casa y en pocas horas salir con lo puesto rumbo a Hungría donde nos acogieron unos hermanos del Camino. Difícil por todos los hermanos que hemos dejado atrás, cada uno con su dificultad y sufrimiento, unos por ser muy mayores, las madres porque salieron con sus hijos menores de edad y los maridos que se quedaron porque no pueden salir del país, algunos amigos e hijos de amigos han muerto en combate y es horroroso. Al llegar a Sevilla todos nos recibieron con los brazos abiertos y nos han ayudado mucho. La familia, los amigos, la Comunidad, ha sido una caricia del Señor que nos ha reconfortado mucho. Ahora estamos mejor, cómo te decía, contentos por la historia de salvación que el Señor está haciendo con nosotros. Rezamos cada día a Dios para que esta locura acabe pronto. Un fuerte abrazo
Manuel Pérez
José Luis Miguel González, OSA