Los frutos de la misión. Nuestra tarea es sembrar
Testimonio de Religiosas Marianitas con la tribu Turcana en Kaikor (Kenia). Hermana Matilde Rivera (23-3-2018): «Los testimonios dan una vida nueva«.
( Los Ríos. Revista de Misiones Diocesanas. Junio 2017. Vitoria Gazteiz).
Desde hace cuatro años y alrededor de la campaña de San José, tenemos la visita de alguna religiosa marianita (Instituto Santa Mariana de Jesús) que viene desde Kaikor-Kenia para descansar y dar testimonio del trabajo que allí realiza esta congregación de origen ecuatoriano.
Todo comenzó, como tantas veces pasa, de forma providencial… Una religiosa marianita, la hermana Jonhy, se encontraba destinada en la difícil misión de Kaikor, al norte de Kenia. Allí vive el pueblo Turkana, un grupo semi-nómada, olvidado por la occidentalizada Nairobi y en zona fronterización las complejas realidades de Sur-Sudan, Etiopía y Uganda.
La dureza de esta misión es tal que, cada tres meses, las religiosas deben salir a Lodwar o incluso Nairobi, para recuperar la salud mental y física. En esta situación de desgaste se encontraba la hermana Jonhy, cuando se acordó de los misioneros del grupo misionero vasco en el Oro y de cómo eran capaces de mantener la esperanza en medio
de las dificultades. Al tener vacaciones previstas en España, localizó al Padre Santi Núñez y le dijo que necesitaba pasar unas semanas de descanso para curarse, mental y físicamente del trabajo misionero.
La casa de Ali-Etxea se abrió de par en par para acoger a la hermana Jonhy y, en años posteriores, a las hermana Matilde y Consuelo que ha repetido también este año.
Al tiempo que vienen, se oxigenan, descansan y comparten, que también es bueno para soltar lastre de la mochila. Lo que cuentan de Kaikor es muy duro y en sus testimonios alguna lágrima se nos escapa. Son lágrimas de pena, pero también de rabia. Porque es mucho lo que se hace, pero también es mucha la impotencia por todo lo que se podría hacer y por todo lo que “no hay derecho” que siga pasando, en nuestros días y con nuestro silencio cómplice.
A lo largo de estos años, también nos han ido llegando algunos proyectos. Cuando vino Jonhy, solo pidió para asistencia primaria, para atención a personas que acudían a su casa y que no tenían para comer. Más tarde, con Matilde se apoyaron desde algunas parroquias (principalmente Sansomendi), personas particulares y Misiones un proyecto de casa de acogida (La casa de la Misericordia) y la construcción de un pozo para consumo familiar y regadío, un proyecto costoso que se ejecutó en dos años.
Cuando vienen, da gusto ver cómo nos presentan los informes detallados, las facturas, las fotos del desarrollo de cada proyecto, las caras y sonrisas de los beneficiarios y beneficiarias… y cómo se va pasando de unos proyectos de emergencia (de los “dar el pez”) a unos de desarrollo más sostenible (de los de “dar la caña para pescar”).
Este año nos han solicitado apoyo con los comedores infantiles. Tienen cuatro comedores en los que dan dos comidas al día a 300 niños y niñas de 2 a 6 años, al tiempo que les enseñan las primeras palabras. Con la educación va la higiene y con ella la mejora en la salud. Parte de la comida la obtienen de las huertas que ahora tiene gracias al pozo, pero todavía necesitan otros apoyos.
No sabemos muy bien a donde nos llevará esta relación misionera, lo cierto es que nos parece muy esperanzador que una congregación que hemos conocido en origen en Ecuador, haya dado el salto a la misión y más en una misión tan dura como esta en Kaikor. Son los frutos de la misión, y eso es lo más grande de esta historia de las misiones: ahora disfrutamos los frutos que otros sembraron antes que nosotros y otros recogerán lo que ahora sembramos. Nuestra tarea es sembrar.
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