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Qué es la lectura profunda y cómo afecta para bien a nuestro cerebro. Toma y lee.

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Portada: Biblioteca del Monasterio de Santa María de la Vid (Burgos). España

«Sin libros, no seríamos humanos como lo somos», le dice a BBC Ideas la biblioterapeuta Ella Berthoud.

Antonela Jaramillo Díaz cuenta sobre su obra preferida en Bibliotubers UPB. ¡Disfrútalo!

Invitación a la lectura profunda

«No hay nada menos natural que la lectura», precisa la neurocientífica Marianne Wolf.

«La alfabetización es uno de los más grandes inventos de la especie humana», que no sólo es útil sino tan poderoso que transforma nuestras mentes y aún más: «la lectura literalmente cambia el cerebro», afirma Wolf.

Los beneficios son extraordinarios pero estamos en riesgo de perder algunos de ellos. ¿Por qué?

Pregúntate: ¿prestaste atención a todo lo anterior o lo leíste por encima, buscando información rápidamente o quizás «un gancho» que te lleve a leer un poco más?

Sinceramente, ¿cuán a menudo haces lo último?

A pesar de que hoy en día estamos leyendo más palabras que nunca -se calcula que un promedio de alrededor de 100.000 al día– la mayoría se leen en ráfagas cortas en las pantallas, y «por encima».

Eso preocupa a expertos, pues transformar nueva información en conocimiento consolidado en los circuitos del cerebro requiere múltiples conexiones con las habilidades de razonamiento abstracto, cada una de las cuales requiere un tipo de tiempo y atención que a menudo falta en la lectura digital.

Todo lo cual nos deja con la misma pregunta que hizo el poeta TS Eliot: «¿Dónde está el conocimiento en nuestra información? ¿Dónde está la sabiduría en nuestro conocimiento?«.

Volvamos al cerebro.

Físicamente

A diferencia del lenguaje oral, la visión o la cognición, no existe un programa genético para aprender a leer.

Si un niño, en cualquier lugar del mundo, está en un entorno hablante, su lenguaje, naturalmente, se activará. Eso no ocurre con la lectura, pues implica la adquisición de un código simbólico completo, tanto visual como verbal.

Por ser un invento relativamente reciente –«es un parpadeo en nuestro reloj evolutivo: tiene apenas 6.000 años«, apunta Wolf-, aún no lo hemos formateado.

«Empezó de una manera simple, para marcar cuántos vasos de vino u ovejas teníamos. Y con el nacimiento de los sistemas alfabéticos, comenzamos a tener un medio eficiente para recordar y almacenar el conocimiento».

«La lectura es un conjunto adquirido de habilidades que literalmente cambia el cerebro»

«Lo que hace es explotar un principio de diseño en el cerebro humano, que le permite hacer nuevas conexiones entre regiones visuales, regiones del lenguaje, regiones para el pensamiento y la emoción».

Esta transformación, subraya la neurocientífica, «comienza de nuevo en cada nuevo lector. No existe dentro de nuestra cabeza. Cada persona que aprende a leer tiene que crear un nuevo circuito en su cerebro«.

Y eso, abre las puertas a un mundo nuevo.

Mágicamente

«La lectura aporta tres poderes mágicos: creatividad, inteligencia y empatía», le dijo a BBC Ideas Cressida Cowell, escritora de literatura infantil y autora de la serie «Cómo entrenar a tu dragón».

«Leer por el gusto de hacerlo es uno de los dos factores clave en el éxito económico posterior de un niño. Es más probable que no termines en prisión, que votes, que seas dueño de tu propia casa…».

Además, «leer una gran historia es mucho más que entretenimiento», asegura la biblioterapeuta Ella Berthoud.

«La lectura en realidad tiene muchos beneficios terapéuticos.

«Tu cerebro entra en un estado meditativo, un proceso físico que ralentiza los latidos del corazón, te calma, y reduce la ansiedad«, afirma Berthoud, para quien, por ejemplo, el remedio para la «claustrofobia, rabia, agotamiento» es la novela de Nikos Kazantzakis «Zorba el griego».

La biblioterapia, el arte de prescribir ficción para curar las dolencias de la vida, fue reconocida en el Diccionario Médico Ilustrado de la editorial Dorland’s en 1941.

Su práctica se remonta la menos a la Antigua Grecia, época en la que se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas, advirtiendo a los lectores que estaban a punto de entrar en un lugar de curación del alma.

En el siglo XIX, psiquiatras y enfermeras le recetaban a sus pacientes toda clase de libros, desde la Biblia, pasando por literatura de viajes, hasta textos en lenguas antiguas.

Varios estudios en el siglo XX y XXI han comprobado que la lectura agudiza el pensamiento analítico, lo que nos permite discernir mejor los patrones, una herramienta muy útil ante conductas desconcertantes de otros y de nosotros mismos.

La ficción en particular puede hacerte socialmente más hábil y empático. Y aunque no prometen una transformación total en siete sencillos pasos, las novelas te pueden informar y motivar, los relatos breves consolar y ayudar a reflexionar y está demostrado que leer poesía estimula partes del cerebro relacionadas con la memoria.

Sumergirse en una novela es perderse, pero cuando volvemos a la realidad traemos con nosotros aquello que nos inspiró nuestro personaje favorito.

Sin embargo, muchos de estos beneficios dependen de un estado conocido como «lectura profunda».

Profundamente

«Cuando leemos a nivel superficial, sólo estamos obteniendo la información. Cuando leemos profundamente, estamos usando mucho más de nuestra corteza cerebral», explica Wolf.

«La lectura profunda significa que hacemos analogías, hacemos inferencias, lo que nos permite ser seres humanos verdaderamente críticos, analíticos, empáticos«.

En su libro «Proust y el Calamar. Historia y Ciencia del Cerebro Lector» -cuyo título en español es «Cómo aprendimos a leer»-, la experta en neurobiología de la lectura explica como «en cierto momento, cuando un niño pasa de decodificar a leer fluidamente un texto, la ruta de las señales a través de su cerebro cambia.

«En vez de recorrer una ruta dorsal (…), la lectura comienza a moverse a través de una más rápida y eficiente ruta ventral…

«Puesto que el tiempo empleado y el gasto de energía cerebral son menores, un lector fluido será capaz de integrar más de sus sentimientos y pensamientos en su propia experiencia.

«El secreto de la lectura se halla en el tiempo que ésta libera para que el cerebro pueda tener pensamientos más profundos que antes«.

Pero, si bien el proceso de aprender a leer cambia nuestro cerebro, también lo hace lo que leemos, cómo leemos y en qué leemos (impresión, lector electrónico, teléfono, computadora portátil).

Alternativamente

Para Chris Meade, autor transmedia, esto último no es problema: «Pensamos en el libro como la obra, pero el libro es sólo un mecanismo de entrega».

La narrativa transmedia es un tipo de relato en el que la historia se despliega a través de múltiples medios y plataformas de comunicación -apps, e-books, juegos, comics, blogs, etc.-, y en la cual los consumidores pueden asumir un rol activo en el proceso de expansión.

«Los nuevos medios le están dando voz a una nueva generación de escritores. Impide que tengamos estemos condicionados a pensar que sólo hay un tipo de ‘escritura buena’ y en realidad le permite a las personas simplemente hablar y compartir historias y experiencias», opina Natalie A. Carter, cofundadora del extraordinariamente exitoso Black Girls Book Club.

«No importa el medio, no importa cómo lo consigas, lo que importa es la historia«, dice la otra cofundadora Melissa Cummings-Quarry.

«La novela está evolucionando. Hay todo tipo de libros increíbles que se están escribiendo deliberadamente para ser leídos en los teléfonos», señala Berthoud.

«El libro tal vez da la ilusión de que esto es todo. Nunca lo ha sido, es una forma de entrar en un proceso de pensamiento», afirma Meade.

Sin embargo, la lectura digital puede tener un costo para el cerebro del lector.

Desafortunadamente

«Reunimos a académicos y científicos de más de 30 países, para investigar sobre el impacto de la digitalización en la lectura«, le contó a BBC Ideas Anne Mangen, presidenta de E-READ.

E-READ, o Evolución de la lectura en la era de la digitalización, es un organismo cuyo objetivo es mejorar la comprensión científica de las implicaciones de la digitalización.

Es parte del Programa Internacional de Cooperación Europea en el Campo de la Investigación Científica y Técnica (COST), que considera la lectura como un «asunto de urgente preocupación».

«Las investigaciones muestran que la cantidad de tiempo que se dedica a leer textos de formato largo está disminuyendo y, debido a la digitalización, la lectura se está volviendo más intermitente y fragmentada», algo que podría «tener un impacto negativo en los aspectos cognitivos y emocionales de la lectura», explica COST.

«Descubrimos que hay, lo que se llama una inferioridad en la pantalla», reveló Mangen.

«Hay muchas cosas que se pueden leer igualmente bien en su teléfono inteligente, actualizaciones de noticias más cortas, pero con algo que es cognitivo o emocionalmente desafiante, leer en una pantalla conduce a una comprensión de lectura más pobre que leer en papel«.

«La realidad es que no es sólo qué o cuánto leemos, sino cómo leemos lo que es realmente importante», señala Wolf.

«El volumen mismo está teniendo efectos negativos porque para absorber tanto, hay una propensión a leer por encima. El cerebro lector tiene un circuito plástico. El circuito reflejará las características del medio con el que lee. Las características de lo digital se van a ver reflejadas en el circuito».

En otras palabras, así como al aprender a leer de la manera tradicional el cerebro se formatea y graba los itinerarios de la razón y los caminos a la emoción, al aprender a leer de la manera en la que lo hacemos en los medidos digitales, el cerebro trazará rutas distintas y, si dejamos de un lado la lectura profunda, borrará las anteriores, si es que existían.

«Si no entrenamos esas habilidades, eventualmente podemos perder la capacidad de comprender contenido más complejo, y también tal vez de involucrarnos e imaginar», advierte Mangen.

Entonces, ¿qué podría deparar el futuro para los libros y para el cerebro lector?

Eventualmente

«La imaginación humana es algo fantástico, somos muy flexibles. Encontramos formas de hacer lo que queremos con la tecnología disponible», opina Meade.

Según Carter, el futuro traerá «muchas más colecciones de cuentos, y creo que veremos muchos más libros más cortos«.

La escritora Cowell ya ha sentido el cambio: «He modificado la forma en que escribo, porque la capacidad de atención de los niños se ha acortado. Los libros tienen capítulos cortos y son increíblemente visuales… brillantes, como las golosinas».

Para la neurocientífica Maryanne Wolf, «así como las personas pueden ser bilingües y trilingües, mi esperanza es que desarrollemos un cerebro bialfabetista.

«Podemos disciplinarnos para elegir el medio que mejor se adapte a lo que estamos leyendo y así no perder el extraordinario don que la lectura le ha dado a nuestra especie«.

Este artículo está basado en el video «What does reading on screens do to our brains?» de BBC Ideas y The Open University

Fuente: BBC.com. 30 octubre 2021.

San Agustín, siglo IV dC., describe asombrado la práctica de lectura silenciosa de su maestro San Ambrosio:

“Cuando leía, lo hacía pasando la vista por encima de las páginas, penetrando su alma en el sentido sin decir palabra ni mover la lengua».

San Agustín. Confesiones, VI, 3, 3.

“Yo considero que este ejemplo es el más evidente, y muestra hasta qué punto la lectura silenciosa causaba sorpresa en siglo III”, explica a La Vanguardia Alberto Manguel, autor de Una historia de la lectura (Alianza), aunque apunta que “en las mismas Confesiones, Agustín cuenta que cuando se encuentra en el jardín en el momento de su conversión, estaba leyendo en silencio las Epístolas de Pablo. De manera que la lectura silenciosa no le era desconocida, ya que él mismo la practicaba con textos que bien conocía. Quizás lo que le sorprendió en el caso de Ambrosio era que estaba leyendo varios libros distintos, tal vez por primera vez, y que Agustín pensaba que la lectura silenciosa sólo era posible con un texto conocido”.

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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