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Portada: Foto de familia del papa Francisco con los participantes en el Capítulo General Ordinario 2019. Y saludo papa Francisco al prior General, P.Alejandro Moral Antón, OSA.

Cada seis años se reúnen en Capítulo General Ordinario.

También elaboran el proyecto de gestión de la Orden para el siguiente mandato. Durante doce años (2001-2013), el prior general elegido fue el estadounidense Robert F. Prevost. De 2013 a 2025 ha sido prior general el español Alejandro Moral.

Fuente: romereports.com – 27 agosto 2013.

187º Capítulo General Ordinario 2025. Sexenio (2025-2031)

En este enlace podrás conocer información de los participantes en el 187º Capítulo General Ordinario 2025 que se celebrará del 1 al 18 de septiembre en Roma. #Agustinos

UN POCO DE HISTORIA: CGO 2019

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE SAN AGUSTÍN.

Sala Clementina. Viernes, 13 de septiembre de 2019.

Descargar el Mensaje completo (PDF).

El corazón hacia Dios ¡siempre! Vivir de tal modo de mostrar a Dios vivo en el mundo

13/09/2019. El Papa recibió hoy en audiencia a alrededor de ciento cincuenta participantes en el Capítulo General de la Orden de San Agustín a quienes alentó a vivir en sus comunidades de tal manera que puedan experimentar juntos a Dios, para así mostrarlo vivo al mundo.

El discurso del Papa a miembros de la Orden de San Agustín, recibidos en la mañana del 13 de setiembre de 2019 con ocasión de su Capítulo General, partió con un desafío: el de vivir juntos la experiencia de Dios para que puedan mostrar a Dios a este mundo de una manera «clara, valiente, sin compromisos o titubeos”.

La vida comunitaria se compone de muchos detalles cotidianos

Pensando en las comunidades de personas consagradas, en las que “se quiere vivir la experiencia de Dios desde una interioridad y en comunión”, el Santo Padre les recordó que “la unidad en la caridad” es punto central en la experiencia y espiritualidad de san Agustín, y también fundamento de toda la vida agustiniana. Así, pues, hizo presente que fue en esa perspectiva que quiso recordar en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate “aquel encuentro espiritual sublime que vivieron juntos san Agustín y su madre Santa Mónica”: “un momento en el que sus almas se fundieron en la intuición de la Sabiduría divina». El Papa precisó sin embargo, que estas experiencias “no son lo más frecuente, ni lo más importante”, sino que “la vida comunitaria se compone de muchos pequeños detalles cotidianos”:

La comunidad que conserva los pequeños detalles del amor, donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es el lugar de la presencia del Resucitado que lo santifica según el designio del Padre.

El primer propósito comunitario de cada día es la búsqueda de Dios

Así, señaló que para mantener viva esta “llama de caridad fraterna” es necesaria la orientación cotidiana hacia Dios:

¡Siempre! Cada miembro de la comunidad debe estar orientado, como el primer ‘propósito santo’ de cada día, a la búsqueda de Dios. Esta ‘dirección’ debe ser declarada, confesada, testificada entre ustedes sin falsos pudores. La búsqueda de Dios no puede ser oscurecida por otros propósitos, por generosos y apostólicos que sean. Porque ese es du primer apostolado. Estamos aquí -deberían poder decir todos los días entre ustedes- porque estamos caminando hacia Dios. Y como Dios es Amor, caminamos hacia Él en amor.

La caridad es el fin, pero también el medio y el centro de la vida religiosa

Francisco también volvió sobre las palabras de san Agustín sobre la vida religiosa, citadas por el padre Agostino Trapé:  “la caridad no es sólo fin y medio de la vida religiosa, sino también el centro: de la caridad debe proceder y a la caridad debe orientarse, con un movimiento perpetuo de causalidad circular, cada pensamiento, cada afecto, cada actitud, cada acción” (San Agustín, Regla, Milán 1971-Ancora, p. 137).

Es bueno volver a menudo a aquella meditación que Agustín dio a sus fieles sobre la Primera Carta de Juan, donde la Iglesia es llamada por él «mater charitas», una madre que llora por la división de los hijos y los llama a la unidad de la caridad: «Si quieres saber si has recibido el Espíritu, pide a tu corazón que no corra el riesgo de tener el sacramento, pero no el efecto de él». Pregúntale a tu corazón y si hay caridad hacia tu hermano allí, quédate tranquilo.

Cada uno con la propia cruz, porque es la medida del amor

Para esta caridad fraterna, “signo profético” de los agustinos, la advertencia es “sabia”, según Francisco:

No podremos realizar todo esto si no tomamos nuestra cruz diaria por Cristo, con humildad y mansedumbre. La cruz es la medida del amor, siempre. Es verdad que se puede amar sin cruz, cuando no hay cruz, pero cuando está la cruz, el modo, como tomo yo la cruz, es la medida del amor. Es así.

Y la “perfección del amor”, es también “amar a nuestros enemigos y amarlos para que se hagan hermanos”, añadió. 

“Queridos hermanos, éste es también para ustedes hoy el desafío y la responsabilidad: ¡vivir en sus comunidades de tal manera que puedan hacer juntos la experiencia de Dios y puedan mostrarlo vivo al mundo! Que María, madre de Jesús y figura luminosa de la Iglesia, los acompañe y proteja siempre. Los bendigo de corazón y les pido, por favor, que recen por mí”.

«Vuestras Constituciones llaman a esta caridad fraterna «un signo profético», y su advertencia es sabia cuando dicen: «No podremos realizar todo esto si no tomamos nuestra cruz diaria por Cristo, con humildad y mansedumbre». La cruz es la medida del amor, siempre. Es verdad que se puede amar sin cruz, cuando no hay cruz, pero cuando hay cruz, la forma en que cargo con la cruz, es la medida del amor. Es así».

Fuente: Vatican news. Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano

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El P.Alejandro Moral Antón, reelegido Prior General de la Orden de San Agustín (OSA).

Alejandro Moral Antón, Prior General de la Orden de San Agustín. 10º Aniversario.

UN POCO DE HISTORIA: CGO 2013

Saludo al Papa Francisco del prior general de los Agustinos, P. Prevost. 2013.

En la Santa Misa para el inicio del 184 Capítulo General de la Orden Roma, basílica de San Agustín in Capo Marzio 28 de agosto de 2013.

El Papa pide a los agustinos que mantengan la inquietud de San Agustín para ayudar a los demás.

Rome reports. 29 agosto 2013. Los agustinos están reunidos en Roma para decidir quién será los próximos seis años su prior general y cuáles serán sus líneas de trabajo. El Papa atendió su invitación y participó en la Misa con la que se abre este periodo importante para la Orden agustina. El Papa pidió que mantengan viva la misma inquietud que llevó a San Agustín, a pesar de sus pecados, a buscar a Dios.

SANTA MISA DE APERTURA DEL CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE SAN AGUSTÍN. HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO.

Basílica romana de los santos Trifón y Agustín. Miércoles 28 de agosto de 2013.

«Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Las Confesiones, I, 1, 1). Con estas palabras, que se han hecho célebres, san Agustín se dirige a Dios en las Confesiones, y en estas palabras está la síntesis de toda su vida.

«Inquietud». Esta palabra me impresiona y me hace reflexionar. Desearía partir de una pregunta: ¿qué inquietud fundamental vive Agustín en su vida? O tal vez debería decir más bien: ¿qué inquietudes nos invita a suscitar y a mantener vivas en nuestra vida este gran hombre y santo? Propongo tres: la inquietud de la búsqueda espiritual, la inquietud del encuentro con Dios, la inquietud del amor.

La primera: la inquietud de la búsqueda espiritual. Agustín vive una experiencia bastante común hoy: bastante común entre los jóvenes de hoy. Es educado por su madre Mónica en la fe cristiana, aunque no recibe el bautismo, pero creciendo se aleja, no encuentra en ella la respuesta a sus interrogantes, a los deseos de su corazón, y es atraído por otras propuestas. Entra entonces en el grupo de los maniqueos, se dedica con empeño a sus estudios, no renuncia a la diversión despreocupada, a los espectáculos del tiempo, intensas amistades, conoce el amor intenso y emprende una brillante carrera de maestro de retórica que le lleva hasta la corte imperial de Milán. Agustín es un hombre «acreditado», tiene todo, pero en su corazón permanece la inquietud de la búsqueda del sentido profundo de la vida; su corazón no está dormido, diría que no está anestesiado por el éxito, por las cosas, por el poder. Agustín no se encierra en sí mismo, no se acomoda, sigue buscando la verdad, el sentido de la vida, continúa buscando el rostro de Dios. Cierto, comete errores, toma también caminos equivocados, peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios le esperaba; más aún, que jamás había dejado de buscarle Él primero. Desearía decir a quien se siente indiferente hacia Dios, hacia la fe, a quien está lejos de Dios o le ha abandonado, también a nosotros, con nuestros «alejamientos» y nuestros «abandonos» respecto a Dios, pequeños, tal vez, pero hay muchos en la vida cotidiana: mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son solamente «palabras»?

En Agustín es precisamente esta inquietud del corazón lo que le lleva al encuentro personal con Cristo, le lleva a comprender que ese Dios que buscaba lejos de sí es el Dios cercano a cada ser humano, el Dios cercano a nuestro corazón, más íntimo a nosotros que nosotros mismos (cf. ibid., III, 6, 11). Pero igualmente en el descubrimiento y en el encuentro con Dios, Agustín no se detiene, no se arrellana, no se cierra en sí mismo como quien ya ha llegado, sino que continúa el camino. La inquietud de la búsqueda de la verdad, de la búsqueda de Dios, se convierte en la inquietud de conocerle cada vez más y de salir de sí mismo para darlo a conocer a los demás. Es justamente la inquietud del amor. Desearía una vida tranquila de estudio y de oración, pero Dios le llama a ser Pastor en Hipona, en un momento difícil, con una comunidad dividida y la guerra a las puertas. Y Agustín se deja inquietar por Dios, no se cansa de anunciarlo, de evangelizar con valentía, sin temor, busca ser la imagen de Jesús Buen Pastor que conoce a sus ovejas (cf. Jn 10, 14), más aún, como me gusta repetir, que «percibe el olor de su rebaño», y sale a buscar las perdidas. Agustín vive lo que san Pablo indica a Timoteo y a cada uno de nosotros: anuncia la palabra, insiste en el momento oportuno y no oportuno, anuncia el Evangelio con el corazón magnánimo, grande (cf. 2 Tm 4, 2) de un Pastor que está inquieto por sus ovejas. El tesoro de Agustín es precisamente esta actitud: salir siempre hacia Dios, salir siempre hacia el rebaño… Es un hombre en tensión, entre estas dos salidas; no «privatizar» el amor… ¡siempre en camino! Siempre en camino, decía Padre, usted. ¡Siempre inquieto! Y ésta es la paz de la inquietud. Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, para darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados, pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar… Por así decirlo ¿me he «acomodado» en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a «salir fuera», hacia los demás?

Y llegamos a la última inquietud, la inquietud del amor. Aquí no puedo no mirar a su mamá: a Mónica. ¡Cuántas lágrimas derramó esa santa mujer por la conversión del hijo! ¡Y cuántas mamás también hoy derraman lágrimas para que los propios hijos regresen a Cristo! ¡No perdáis la esperanza en la gracia de Dios! En las Confesiones leemos esta frase que un obispo dijo a santa Mónica, quien pedía que ayudara a su hijo a reencontrar el camino de la fe: «No es posible que perezca el hijo de tantas lágrimas» (III, 12, 21). El propio Agustín, tras la conversión, dirigiéndose a Dios, escribe: «mi madre, fiel sierva tuya, llorábame ante ti mucho más que las demás madres suelen llorar la muerte corporal de sus hijos» (ibid., III, 11, 19). Mujer inquieta, esta mujer, que al final dice esa bella palabra: cumulatius hoc mihi Deus praestitit! [superabundantemente me ha concedido esto mi Dios] (ibid., IX, 10, 26). ¡Aquello por lo que ella lloraba, Dios se lo dio abundantemente! Y Agustín es heredero de Mónica, de ella recibe la semilla de la inquietud. He aquí, entonces, la inquietud del amor: buscar siempre, sin descanso, el bien del otro, de la persona amada, con esa intensidad que lleva incluso a las lágrimas. Me vienen a la mente: Jesús que llora ante el sepulcro del amigo Lázaro; Pedro que, tras haber negado a Jesús, encuentra la mirada rica de misericordia y de amor y llora amargamente; el padre que espera en la terraza el regreso del hijo y cuando aún está lejos corre a su encuentro; me viene a la mente la Virgen María que con amor sigue a su Hijo Jesús hasta la Cruz. ¿Cómo estamos con la inquietud del amor? ¿Creemos en el amor a Dios y a los demás? ¿O somos nominalistas en esto? No de modo abstracto, no sólo las palabras, sino el hermano concreto que encontramos, ¡el hermano que tenemos al lado! ¿Nos dejamos inquietar por sus necesidades o nos quedamos encerrados en nosotros mismos, en nuestras comunidades, que muchas veces es para nosotros «comunidad-comodidad»? A veces se puede vivir en una vecindad sin conocer a quien tenemos al lado; o bien se puede estar en comunidad sin conocer verdaderamente al propio hermano: con dolor pienso en los consagrados que no son fecundos, que son «solterones». La inquietud del amor impulsa siempre a salir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro quien manifieste su necesidad. La inquietud del amor nos regala el don de la fecundidad pastoral, y nosotros debemos preguntarnos, cada uno de nosotros: ¿cómo va mi fecundidad espiritual, mi fecundidad pastoral?

Rogamos al Señor por vosotros, queridos agustinos, que iniciáis el capítulo general, y por todos nosotros, que conserve en nuestro corazón la inquietud espiritual de buscarlo siempre, la inquietud de anunciarlo con valentía, la inquietud del amor hacia cada hermano y hermana. Que así sea.