Elegir significa dar un salto adelante en el amor.
La 12ª Congregación General del Sínodo celebrada la mañana del 16 de octubre en el Vaticano, trajo como premisa un regalo especial para el Papa Francisco: una cesta con 1.500 postales escritas por jóvenes franceses, estudiantes de secundaria que participaron en un encuentro presinodal en Lourdes.
El evento fue organizado por «Le Fraternel», más conocido como «Le Frat»: una iniciativa de oración y encuentro nacida hace ciento diez años y dedicada a los niños de 15 a 18 años de las ocho diócesis de Île-de-France. Los obispos de Francia presentes en el Sínodo fueron los encargados de entregar el regalo al Santo Padre.
Elegir significa dar un salto adelante en el amor
A lo largo de esta jornada, el trabajo de la Asamblea se centró en el análisis de la tercera parte del Instrumentum Laboris y su acción característica, de «elegir».
El Relator General, Cardenal da Rocha, explicó el sentido de esta acción haciendo hincapié en que elegir significa convertir el corazón y la mente para renovar las prácticas pastorales; significa, en palabras del Papa Francisco, «dar un salto adelante en el amor» para ser verdaderamente «una Iglesia en salida, abierta en el diálogo con los jóvenes, signo de fraternidad en un mundo desgarrado, misionera de manera integral y desinteresada, con un estilo acogedor para todos».
Los jóvenes, la nueva piedra angular de la Iglesia
Como siempre, uno de los momentos más esperados en el Aula sinodal fue cuando hablaron los jóvenes; cuando la voz de quienes viven la experiencia de «ser parte de la juventud en pleno siglo XXI se eleva sobre la de aquellos que pertenecen a las generaciones más antiguas», las cuales constan de mayor experiencia pero al mismo tiempo, necesitan la guía de una visión más actualizada sobre las distintas realidades que vive el mundo.
Y en este contexto, destacó el testimonio del joven auditor Percival Holt, originario de la India, quien subrayó cómo los jóvenes son «llamas ardientes», pero a veces solitarias y tristes.
La juventud contemporánea busca un verdadero Pastor -explica Percival- busca a Cristo, porque los jóvenes de hoy pueden ser tan egoístas como Pedro, pero al igual que el Apóstol tienen el potencial de convertirse en una «piedra angular».
Formación de calidad para el liderazgo del futuro
Por otra parte, la Asamblea destacó que es urgente preparar adecuadamente a los jóvenes para que, gracias a una visión bíblica del mundo, «puedan ser los líderes del mañana que sepan escuchar con un sentido crítico adecuado, comprometiéndose a construir una sociedad menos corrupta y más justa».
Por ello, «es fundamental reforzar la formación de los jóvenes, la pastoral juvenil debe ser de calidad y no de producción masiva».
De ahí la preocupación de algunos Padres sinodales ante el deterioro del sistema educativo puesto que, en algunos países, la escuela ya no puede desempeñar su papel formativo. Y al respecto, señalan que la Iglesia debería implicarse más en este campo, ya que «es de ella, precisamente en su papel de Madre, de donde los jóvenes esperan recibir una palabra de luz, respuestas claras, verdades que no se diluyen para así, ayudarles a desarrollar la capacidad de juicio y tomar decisiones maduras, al servicio del bien común».
El «milagro del amor desinteresado»
Hoy, en efecto -señala el Sínodo-, el milagro del amor desinteresado parece absurdo, la solidaridad está disminuyendo, el sentido de la justicia se ve con indiferencia.
Y frente al reduccionismo antropológico, en el que el hombre se ve reducido al mero consumo; los jóvenes ya no pueden hacerse cargo de su propio destino, sino que ven su futuro «hipotecado», viven a menudo en la pobreza y sufren el fracaso de la gobernanza local.
Pese a todo, se destaca que el amor al prójimo no puede limitarse a la esfera privada: «debe volver a realizarse en los sectores sociales, políticos e institucionales».
Por eso, la Iglesia debe apoyar a los jóvenes, hablar con ellos y hacerlos protagonistas de la evangelización, «para que sean embajadores de la fe con sus coetáneos».
El Sínodo propone también centrarse en el voluntariado internacional, «una oportunidad que debe ofrecerse a las nuevas generaciones para reforzar la fe en la acción y crear vínculos entre las diferentes Conferencias Episcopales del mundo».
Migración y diálogo interreligioso
Asimismo, la Cámara General volvió a abordar la cuestión de la migración, reafirmando la necesidad de acoger, proteger, promover e integrar a los inmigrantes, pero también de mantener su identidad de origen, para que puedan enriquecer sus sociedades de acogida con su patrimonio cultural y espiritual.
Al mismo tiempo, el Sínodo lanza un fuerte llamamiento: «no mostrarse indiferentes ante los numerosos jóvenes migrantes que se ahogan en el Mediterráneo, cada uno de ellos tiene un nombre y una historia que no pueden ser olvidados».
En relación con el tema de las migraciones, los Padres sinodales apuntan también sobre el eje fundamental del diálogo interreligioso, en particular con el Islam: «el diálogo es esencial para no encerrarse en uno mismo -dicen-, para no correr el riesgo de ser una Iglesia «en asfixia»».
Es importante, sin embargo, no imponer las propias creencias, no hacer proselitismo, sino dar un testimonio atractivo y coherente, conscientes de que las diferentes religiones no son un obstáculo insuperable, sino un camino que, por sendas diferentes, «conduce al mismo Dios».
Predicar con el ejemplo, «levantarse del sofá»
Otra de las propuestas recalcadas en el Aula sinodal es la importancia de predicar con el ejemplo.
«Si los jóvenes ven salir a los obispos, tendrán el valor de «levantarse del sofá» y ponerse al servicio del bien común, especialmente en las periferias, con los pobres y los excluidos».
Por esta razón, «es importante relanzar las parroquias, lugares donde los niños puedan desarrollar un sentido cívico y social adecuado, gracias a una catequesis renovada». De ahí también la idea de crear, a nivel diocesano, un Consejo para los jóvenes, que sea un espacio de escucha y discernimiento, para que ellos puedan contribuir a la inculturación del mensaje cristiano en el mundo. El Sínodo sugiere también no descuidar la piedad popular, «tesoro de las iglesias locales, ya que permite profundizar en la fe con alegría».
La música, instrumento de evangelización
Lo mismo ocurre con la música, capaz de emocionar directamente al mundo de los jóvenes: «en ella, de hecho, -dice la Asamblea- los jóvenes buscan algo convincente, capaz de expresar sus alegrías y sus disgustos. El descubrimiento de la belleza de la fe y de la fascinación del Evangelio pasa también por aquí: la música puede servir para una primera evangelización, porque cuando es bella conduce hacia la nostalgia del cielo. Sin seguir las modas comerciales del momento, las formas musicales deben ser, pues, instrumentos poderosos y significativos de evangelización, porque los corazones de los jóvenes deben estar llenos de belleza, para llevar la luz de Dios a sus vidas».
Fuente: Vatican news. Texto: Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano.