Tiempo Ordinario

Si te hace daño, desconéctate. XXVI Domingo del T. Ordinario. Ciclo B.

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Vive la Pascua Dominical en la Eucaristía en Casa y en la Parroquia.

Si te hace daño, desconéctate

Mc 9,38-43.45.47-48

Desconectémonos de aquello que no nos lleva a vivir en plenitud o que nos hace no vivir. Cortemos lo que conduce a la muerte y seamos libres para ellos. En el mundo de las pantallas inmediatas, se multiplican las ofertas. De nosotros depende elegir cómo queremos que sea nuestra vida, a qué dedicamos nuestro tiempo, qué es lo realmente importante. Jesús nos muestra, a través del Evangelio, su palabra sanadora y un camino que lleva a dar buenos frutos, sobre todo, a sentirnos vivos, sin dependencias, conectados a su amor y no a lo que nos aniquila como personas. En nuestra mano está el tipo de conexión que queremos para esta aventura del vivir.

Fuente: Dibujo: Patxi Velasco FANO – Texto: Fernando Cordero, ss.cc.

Es tarea de todos – 26º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc, 9,38-43·45·47-48. Existe la injusticia, el mal… Es misión de los cristianos combatirla. Lo hacemos en nombre de Dios. Pero toda la humanidad está igualmente llamada a trabajar por el bien. Hay muchas personas que son luz para otros, herramientas de un mundo más justo, alimento para muchos… y no se sienten cristianos. Cristianos, amigos, la arrogancia no nos deja ver a Dios en la bondad de otros. El Reino es para aquel que presta un servicio callado. Lo importante es el amor escondido en las pequeñas acciones.

Fuente: Editorial Verbo Divino – EVD.

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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1 comentario
  • Arantxa Toledo
    25 septiembre, 2021 al 8:22 pm

    Qué interesante reflexión la que nos invita a discernir entre la simpleza del ser humano y su excelencia. Las personas somos mediocres cuando nuestra mirada no alcanza más allá de la opinión de otros sobre nosotros. Sin embargo todos alcanzaríamos la excelencia si nos rindiésemos ante la opinión que Dios tiene de cada uno de sus hijos. Él, que solo ve todo lo bueno que podemos llegar a ostentar, es lo único que nos hace falta para alcanzar la excelencia como seres humanos.

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