Trabajó incansablemente para arreglar crisis de pareja desde su centro de orientación familiar en Sevilla.
Rafael Navarrete Loriguillo, jesuita, murió el pasado 3 de enero a la provecta edad de noventa años en Salamanca, pero su memoria no se extinguirá tan fácilmente en Sevilla, donde desarrolló una intensísima labor pastoral con los matrimonios. Tanto que llegó a ser conocido con ese sobrenombre.
Malagueño de Coín, ejerció toda su actividad pastoral en Sevilla salvo un periodo en el que la Compañía de Jesús lo reclamó como superior en Cádiz durante seis años. En sus primeros años como jesuita, había sido prefecto de disciplina de las Escuelas de la Sagrada Familia (SAFA) de Úbeda y prefecto de estudios de la Escuela deMagisterio. De ahí paso poco después a director al centro SAFA de Andújar.
Hasta su retiro en la enfermería de El Palo, dirigió la casa de espiritualidad San Pablo en Dos Hermanas, donde había organizado tantas tandas de ejercicios espirituales.
Afincado en Sevilla, el padre Navarrete se encargó de dirigir ejercicios espirituales ignacianos y tuvo la intuición de crear un centro de orientación familiar, que puso bajo la advocación de Virgen de los Reyes, adelantándose a su tiempo, ya que son ahora las diócesis -como la de Sevilla- las que ofrecen este servicio a las familias.
Matrimonios en crisis
Desde su centro en la calle Zaragoza, el padre Navarrete se empeñó en salvar matrimonios en crisis con las herramientas que la espiritualidad ignaciana había puesto a su alcance: acompañamiento y discernimiento.
En una entrevista publicada en ABC de Sevilla el 15 de abril de 1998, Rafael Navarrete mostraba su intuición sobre las situaciones de pareja que observaba:
«El hombre no está preparado para captar la interioridad de la mujer de hoy, que cada día se desarrolla más, humana y profesionalmente, y eso es causa de ruptura en la pareja y, como consecuencia, de divorcio y de demanda de nulidad eclesiástica. Luego, también hay una impotencia, no sólo física, sino de incapacidad de hacer al otro feliz, de convivir, la ausencia de proyecto de vida y la inmadurez de llevarlo adelante».
Fueron numerosísimas las parejas que encontraron en el padre Navarrete una solución a sus tensiones internas y evitaron que el matrimonio se rompiera. Llegó a crear una fundación para gestionar el centro de orientación familiar de la que fue presidente. El arzobispo Carlos Amigo le encargó la delegación diocesana de Pastoral Familiar en los años 90 del pasado siglo.
También resultó un adelantado de su tiempo en el acompañamiento a separados y divorciados, en línea con lo que el Papa Francisco ha plasmado en su exhortación «Amoris laetitia», sólo que treinta años antes.
El que fuera superior de los jesuitas de la provincia Bética, Guillermo Rodríguez Izquierdo, ha subrayado en su nota necrológica que
«en su ministerio, aplicó conocimientos de Psicología al acompañamiento espiritual y experiencias de diversas artes de oración a la oración cristiana».
Espiritualidad zen
Ese camino le llevó a descubrir la espiritualidad oriental según el método zen de meditación trascendental del budismo. Creó en 1985 un grupo de meditación zen en el centro Loyola de la calle Jesús del Gran Poder que todavía sigue funcionando.
«Lo que está pasando es que dimensiones que están presentes en la tradición mística cristiana, como en todas las tradiciones místicas, se han redescubierto ahora de una manera especial en contacto con la filosofía oriental», explicaba en 2005 en una entrevista el padre Rafael Navarrete.
Fue autor de cuatro libros relacionados estrechamente con las preocupaciones que fueron el motor de su vida: «El aprendizaje de la serenidad», «Aún te queda un camino: elegir tu propia vida», «El crecimiento personal: crecer como persona, crecer como creyente», «Para que tu matrimonio dure».
Fuente: ABC Sevilla.
Agradecimiento personal
Fue un regalo de Dios conocerle en persona y conocer su sabiduría aplicada a los matrimonios, en la Misión que realicé en Sevilla (2002-2014). En varias ocasiones lo demostró cuando le invitamos en la Parroquia Santa Clara de Sevilla.
José Luis Miguel González, OSA