Ésta es la historia de cómo la Virgen María salvó su vida.
Testimonio sobre su propia experiencia de fe
La vida de Javier González era similar a la de muchos jóvenes. Diversión, salir de fiesta, estar con los amigos y viajar. Esto lo era todo para él. Con 19 años pensaba que su vida era perfecta, que lo tenía todo. Pero, con el paso del tiempo, cuanto más llenaba su vida de todo eso que él pensaba que le hacía ser feliz, más vacío se iba sintiendo, más triste, más solo.
Su madre le regaló un pequeño cuadro con una imagen de la Virgen. Él tampoco es que le prestara especial atención. Pero la tenía en su cuarto. Siempre le acompañó. Aunque tampoco es que le hablara, le mirara o le impulsara a ser mejor. No sentía rechazo por las cosas de Dios, pero tampoco le interesaban. Simplemente, pasaba. No iba con él y punto.
Pero la Virgen tenía algo grande preparado para él; y se sirvió de su madre, de una rubia de una foto, de una chica bastante loca y unas misiones en Córdoba para poder mostrarle lo mucho que le quiere. Y así empezó esta historia, el cambio del «Javier vacío» al «Javier feliz».
Una buena madre nunca desiste y quiere lo mejor para sus hijos
Así era la madre de Javier. Quería lo mejor para su hijo y sufría viéndolo cada vez más perdido. Preocupada por él, sin saber muy bien cómo ayudarle, un día le reenvío un mail que le había llegado con una invitación: ir de misiones a Córdoba.
«¡Está loca!«, así fue la reacción de Javier. «¿Irme de misiones yo? No me voy a ir a un sitio al que no conozco a nadie, a una cosa que además es religiosa…».
Pero su madre no se daba por vencida. Le sacaba el tema siempre que podía, pegase o no, animándole a que al menos llamara a preguntar, se informara, etc. En Noche Vieja volvió a la carga enseñándole una fotografía de una chica con el pelo largo y rubio: «Javi, ¿por qué no vas de misiones, que van las hijas de mis amigas, que son muy monas, que son muy estudiosas, gente muy buena que además son católicas?«.
Y pasó el tiempo… Los padres de Javi celebraron sus bodas de plata (por sus 25 años de matrimonio) con una Misa para familiares y amigos. Al terminar su madre le presentó a una amiga que resultó ser la madre de una de las chicas que organizaban las misiones de jóvenes. Le animó a escribir a su hija al menos para preguntar de qué iban las misiones y si todavía estaba a tiempo de apuntarse (porque quedaba solo una semana para que empezaran). Y viendo la insistencia, decidió escribirle a la chica para quitarse el asunto de encima y le dejaran de dar la plasta.
El amor mueve montañas y donde hay dificultades, ve oportunidades
Ella podía haberle devuelto la contestación por mail. Pero no lo hizo. Prefirió llamarlo para hablar con él y explicarle todo: que rezaban por las mañanas, que había Misa todos los días, iban a cuidar de ancianos, al colegio a jugar con los niños…
La reacción de Javier fue similar a la que tuvo con su madre: «¡Esta chica está loca! ¡Yo no pienso hacer eso; qué vergüenza ir hablando con gente que no conoces..!»
Le propuso que se fuera al día siguiente con un chico que tenía un examen y salía más tarde por eso. Él pensó que tenía la excusa perfecta, porque tenía una entrevista de trabajo al día siguiente, razón más que justificada para no ir. Por la noche le escribió al chaval por WhatsApp para quitárselo de en medio, quedar bien con todos, que su madre estuviera contenta y que nadie le volviera a dar la tarraba con el tema. Pero el chico le contestó: «Tío, vente, que no tenemos nada que hacer. Yo tampoco conozco a nadie, y en el fondo si no voy me quedaría aquí bebiendo cerveza como cualquier otra semana«. Y le sembró la duda… Javier le puso como excusa su entrevista de trabajo, pero él le dijo que su examen era por la tarde, o sea, que eso no era pega.
Cuanto más se intentaba escabullir, no solo una vez sino varias, más oportunidades y facilidades le surgían para ir. Al dejar el teléfono recapacitó y pensó: «¡Se han alineado los planetas para que yo vaya a este sitio!, ¿no?«. Y miró a su madre, y le dijo: «Mamá, mañana me voy a Córdaba«.
Y así comenzó la mejor semana de su vida…
En Córdoba se encontró con personas que creía que ya no existían. Personas humildes, alegres y sencillas; sacerdotes normales y entregados; y sobre todo, jóvenes que eran felices, felices de verdad y no necesitaban ninguna de esas cosas que él necesitaba todos los fines de semana. Sin saber muy bien cómo, se fue sintiendo golpeado por dentro. Cada palabra, cada gesto, cada adoración, cada cosa que pasaba, cada Misa, le decía algo. Y no sabe en qué momento comprendió que Dios le estaba hablando. Y cayó en la cuenta que ese cuadro de la Virgen que un día le había regalado su madre, estaba allí también, mirándole. Y él, desde entonces, no pudo dejar de devolver la mirada.
La Virgen le ayudó a reconducir su vida
A partir de esa semana, la fiesta dejó de ser el centro de su vida. Encontró un grupo de amigos en los que sintió querido de verdad. Y empezó a hacer de cada día esa misión que se inició en aquella semana en Córdoba. Esa chica rubia de la foto de fin de año es ahora su novia. Y ese chico que le insistió en que fuera y le llevó a ese pueblo remoto de Córdoba, es ahora uno de sus mejores amigos.
Esta historia no tiene apariciones ni grandes milagros. Solo tiene uno, algo que todavía Javier no puede explicar: estaba perdido y se encontró, sufría y de repente empezó a ser feliz, estaba ciego y por fin empezó a ver. Su vida se había llenado de color, de ilusión, de acontecimientos increíbles. La Virgen le vio triste y un día le cogió, le apartó del mundo y simplemente le dijo que le quería.
«Hoy solo puedo darle las gracias y dedicar mi vida a Ella para que todo el mundo pueda sentir aquello que a mí me hizo feliz».
En la actualidad Javier es periodista trabaja en la sección de Jóvenes y Religión en COPE.
Fuente: Arguments.
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