“Recuperar el sentido de la contemplación” para evitar una espiritualidad sin Dios.
¿Estamos al final de las religiones? ¿Cómo vivir la fe en la era de la posverdad? ¿Pertenece la religión al ámbito de lo privado? ¿Es posible una espiritualidad sin Dios? El último foro de la serie “Encuentros para nueva era” …
Pablo D’Ors: “la falta de contemplación es la principal causa del descrédito de nuestra religión. La palabra y el rito, sin silencio, son palabrería y ritualismo”
Carmen Márquez: “cualquier intento de recluirla al ámbito de lo privado es mutilar a la religión de una parte fundamental”
Abdelaziz Hammaoui: “Los símbolos religiosos son juzgados con más exigencia que los políticos o deportivos. En un marco común todos tenemos que atenernos a las mismas reglas”.
Isaac Querub: “la religión, o se entiende como algo que ayuda a convivir, o deja de ser religión”
¿Estamos al final de las religiones? ¿Cómo vivir la fe en la era de la posverdad? ¿Pertenece la religión al ámbito de lo privado? ¿Es posible una espiritualidad sin Dios? El último foro de la serie “Encuentros para nueva era” trató de responder a estas y a otras múltiples cuestiones con la ayuda de voces reputadas y abiertas a la necesidad de un diálogo permanente entre unas religiones que parecen estar en decadencia ante el resurgimiento de “una espiritualidad emergente que prescinde de lo religioso y que obliga a un cambio de paradigma”.
Así definió nuestro momento espiritual el sacerdote y escritor Pablo D’Ors, creador de toda una corriente de meditación bajo el nombre de los Amigos del Desierto. “No estamos en absoluto ante el final de las religiones, porque forman parte de la naturaleza humana, pero es un momento de la reordenación. En Europa el cristianismo ya no es el paradigma único y debemos entrar, por imperativo ético, en diálogo con otras espiritualidades para buscar puntos en común”.
“La pregunta religiosa sigue y se busca respuesta a ella en otros espacios menos institucionalizados”, continuó la teóloga y profesora de la Universidad Pontificia Comillas Carmen Márquez Beúnza. Esto se traduce en “el rebrote” de nuevas espiritualidades más individuales “que priman más el sentimiento que el dogma o la doctrina”, como reflejo de la sociedad que estamos viviendo “más individualista y que hacen que la parte comunitaria de la fe cueste más”.
En el ámbito de la religión musulmana, por ejemplo, explicó Abdelaziz Hammaoui, imán y teólogo, “antes el imán lo era todo: profesor, consejero, educador y ahora hay muchas profesiones y ramas de la ciencia que atienden las necesidades”. Pero, en el ámbito individual, la religión “es la única capacidad para resolver las dudas existenciales del ser humano y responder a ese instinto de búsqueda de Dios y encuentro con el Creador”.
Para Isaac Querub, expresidente de la Federación de Comunidades Judías de España, aunque hay “otras actividades emanadas del estado del bienestar que han desplazado la praxis religiosa y que generan mayor atractivo que la iglesia, la mezquita a la sinagoga”, pocas veces se está oyendo hablar de la religión tanto como hoy en día. En el caso del judaísmo, “que no se comprende sin la discusión”, la práctica religiosa y los principios de la aplicación de la Torá están en permanente debate. “Lo más importante del judaísmo es que no se impone como concepto de religión” y que, dentro de la misma, los diferentes movimientos (ortodoxos, conservadores, reformistas), conviven, respetando al otro en su identidad.
¿Supone esta nueva praxis religiosa más individual que surge una pérdida del sentido de comunidad? ¿Es una amenaza para las religiones? Al contrario, manifestó Pablo D’Ors, que no cree que mayor individualismo deba verse como algo negativo “sino como una búsqueda del equilibrio”. “Ahora, muchos se acercan al zen o al yoga que, lejos de ser una amenaza, es una oportunidad para leer la fe desde una óptica desconocida”. Desde su punto de vista, “el éxito del yoga revela que necesitamos silencio”, y “nuestras religiones, que dan mucha importancia a la palabra y al rito, sin silencio, son palabrería y ritualismo”.
“El fundamentalismo convierte la religión en una caricatura”
El sacerdote que, a través de sus libros ofrece instrumentos para la búsqueda espiritual mediante una lectura vital, meditativa y artística del Evangelio, considera que “es el silencio lo que va a dar hondura a la palabra y el gesto” y es, de hecho, esa falta de contemplación es la que ha llevado a esa espiritualidad sin Dios y “al descrédito de nuestra religión”, en la que domina el uso de “un lenguaje eclesial muy alejado”. “Hemos hecho un mito, pero no contemplamos, no miramos, y antes de actuar y pensar hay que contemplar”.
Por eso, añadió, “una renovación auténtica de la Iglesia solo puede ser por medio de una contemplación”, que vaya acompañada, además, de una “renovación del lenguaje”, por la vía narrativa y simbólica de la fe.
Y esa misma contemplación es la que dota a la acción de sentido. Abdelaziz Hammaoui, teólogo musulmán y miembro fundador de varias comunidades islámicas en España dice que, en eso, los textos del profeta son claros. “No es creyente el que duerme con la barriga llena mientras su vecino pasa hambre”. La fe tiene que provocar “una acción positiva”. Y “la oración que no provoca empatía, solidaridad o acción, es una oración con fallos”.
Religiones y modelo de Estado
El papel que ocupan las religiones dentro de los estados es el eterno debate en nuestras sociedades europeas. Entre el modelo de estado confesional, como Gran Bretaña, Malta o Grecia, hasta el plenamente laico, como Francia, se sitúa España (junto a Italia, Portugal o Alemania), donde el modelo es de independencia y colaboración. Carmen Márquez, experta en ecumenismo y consultora de la subcomisión para el diálogo ecuménico, cree que el marco constitucional en nuestro país está definido, pero falta concreción. “Hay un amplio espacio para la presencia pública de lo religioso sin vulnerar la aconfesionalidad del Estado”. Por eso, “cualquier intento de recluirla al ámbito de lo privado es mutilar a la religión de una parte fundamental”, advirtió.
El debate es cómo se materializa esta presencia de forma que no sea excluyente con el resto de realidades. Pablo D’Ors contó su experiencia como capellán de la Universidad Autónoma de Madrid. En alguna ocasión “me propusieron sacar la Virgen por el campus, pero les expliqué que, en ese contexto, ese símbolo religioso podría provocar enconamiento en vez de puentes”. Para el sacerdote, el debate no está en “hasta qué punto tenemos derecho a manifestar nuestra fe o nos autoafirma, sino hasta qué punto genera armonía social”.
“No se pueden usar los símbolos para atacar a otros”
En la misma línea se situó el ex responsable de las comunidades judías en España, Isaac Querub. “Si se utilizan los símbolos para atacar a otros es cuando yo creo que se puede legislar en contra de esos símbolos”. Tal y como contó durante el encuentro, su experiencia en España ha sido siempre de plena convivencia y cooperación. “Nací y crecí en un país musulmán, fui a un colegio laico, estudié en una universidad católica, vivo en España y soy judío y nunca he tenido problemas de convivencia”. Para Querub, “la religión, o se entiende como algo que ayuda a convivir o deja de ser religión”. Por eso, defendió este marco en el que vivimos, pues “permite plenamente la integración y no la asimilación”.
Abdelaziz cree, sin embargo, que “en la práctica hay mucho camino por recorrer” para lograr una igualdad en la presencialidad con otro tipo de manifestaciones ideológicas. “Creo que los símbolos religiosos se juzgan con mayor exigencia que otros”, poniéndoles limitaciones como que “pueden alterar el orden público”. En Francia, por ejemplo, hay leyes que prohíben a las mujeres vestir el hiyab, incluso para acompañar a su hijo en una excursión. “En un marco común, manifestó Hammaoui, todos tenemos que atenernos a las mismas reglas, que nos deberían permitir convivir en medio de los símbolos sin problema”.
“Llamar ‘terrorismo islámico’ a un terrorismo con el que simpatiza menos del 1% de los musulmanes es meter a 2.000 millones de personas que profesan una religión en el mismo saco”
Las consecuencias de la muerte de Dios
En cualquier caso, más allá de este debate sobre los símbolos y el derecho o no a manifestar la fe, lo más “preocupante” para el sacerdote católico Pablo D’Ors es que los propios creyentes “se sienten incómodos a la hora de mostrar su fe”. Es una situación que se da en toda Europa, “donde hay una crisis en la visión personal de Dios”. “La palabra Dios o Cristo es políticamente incorrecta en todos los ámbitos” y “hay una presión social importante” para ocultarla.
Una tendencia que gana adeptos en el discurso público en algunas sociedades y que nos lleva, inevitablemente, a echar la vista atrás en la historia. “¿Alguien sabe qué ocurre cuando se mata a Dios?” se preguntó “Querub. Stalin, Pol Pot, Hitler… ¿no son manifestaciones de la muerte de Dios?”. El judío llamó a no olvidar las consecuencias de suprimir el elemento religioso en las sociedades, o de llevar la religión al extremo de la imposición y al fanatismo. “En el siglo XXI todavía se persigue a cristianos, se mata a judíos por el hecho de serlo o se maltrata y se persigue a musulmanes”.
Frente a la muerte de Dios está el opuesto de usarla políticamente. Y ese uno de los mayores errores de las religiones en este momento, “el fundamentalismo”, que, en palabras de Pablo D’Ors, “hace de la religión una caricatura”.
La religión como diálogo
Para Carmen Márquez, la clave para un diálogo enriquecedor entre las religiones es la “construcción de la identidad”. Pero una identidad abierta, tal y como dice el Papa, “que no vea al otro como una amenaza, sino como un elemento que ayuda a ampliar la fe”. Y para ello, añadió Abdelaziz Hammaoui, “es fundamental la educación”.
El teólogo musulmán defiende la formación, desde la escuela pública, en los valores universales de las religiones, su historia, etc. “Porque solo desde el conocimiento de la diversidad se capacita para la convivencia”, evitando prejuicios o difamaciones. “Llamar ‘terrorismo islámico’ a un terrorismo con el que simpatiza menos del 1% de los musulmanes es meter a 2.000 millones de personas que profesan una religión en el mismo saco”, concluyó.
Fuente: fpablovi.