Vive la Pascua Dominical en la Eucaristía Parroquial.
El Espíritu Santo lo inunda todo.
El Espíritu, regalo del Padre, lo inunda todo, lo envuelve todo, lo invade todo para que no triunfe el desánimo, la indiferencia o la falta de coraje en aquello que hemos de llevar adelante.
El Espíritu, memoria del Resucitado, está por todos lados -como las palomas del dibujo-. No estamos huérfanos, sino en la mejor de las compañías. Así es el Espíritu, con su suavidad, entra en nuestra escena cotidiana y nos eleva con su empuje, con su altura de miras.¡Ven, Espíritu Santo, anima nuestras vidas!¡Ven, Espíritu Santo, custodio de los pobres y amante de los pequeños!¡Ven, Espíritu Santo, transforma nuestros corazones con el fuego de tu Amor!
Fuente: Revista 21. Dibujo: Patxi Velasco FANO – Texto: Fernando Cordero, ss.cc.
Para comprender hay que acercarse
Cuando nuestro corazón está «cerrado», nuestros ojos no ven, nuestros oídos no oyen. Vivimos separados de la vida, desconectados. Cuando nuestro corazón está «cerrado», en nuestra vida no hay compasión. No sabemos sentir el sufrimiento de los demás. Sólo cuando nuestro corazón se abre, empezamos a intuir con qué ternura y compasión mira Dios a las personas. Sólo entonces escuchamos la principal llamada de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre».