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Cervantes, un genio de la lengua española

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«Cervantes jugó con la palabra mejor que nadie en lengua española»

ABC. Texto: Rodrigo Alonso

El escritor y traductor José Enrique Gil-Delgado charla con ABC sobre su obra y sobre la relación del escritor alcalaíno y Shakespeare con el personaje Cardenio.

Cuando Miguel de Cervantes escribía las últimas líneas de la primera parte de El Quijote, difícilmente podía imaginarse que, tan solo unos años después, uno de sus personajes abandonaría las páginas de su obra cumbre para tomar las tablas de un teatro inglés de la mano de William Shakespeare. Ese es, precisamente, el caso de Cardenio, un individuo con el que el hidalgo y su escudero se cruzaron en Sierra Morena durante el capítulo XXIII del libro y que, tiempo después, fue empleado por el Bardo de Avon y el también dramaturgo John Fletcher para protagonizar una obra de teatro: «La historia de Cardenio». Ahora el escritor y lingüista José Enrique Gil-Delgado se ha propuesto mostrar mediante sus novelas «…Y Shakespeare leyó El Quijote» o «…Y El Quijote inspiró a Shakespeare» cómo pudo fraguarse el salto del personaje cervantino de las páginas al escenario.

Muy poco se sabe a día de hoy sobre «La historia de Cardenio». Tras su desaparición entre las llamas del teatro Globe en 1613, fue el experto Gary Taylor quien comenzó a devolver a la vida esta obra de teatro recomponiendo sus piezas como si de un puzle se tratase; para esta labor se sirvió de «Double Falsehood», una versión de la misma realizada por otro dramturgo.

Gil-Delgado, después de una larga carrera dedicado a la enseñanza de idiomas, consideró que los 65 años era un buen momento para coger la pluma y crear sus propias obras. En la búsqueda de aunar las vidas de Cervantes y Shakespeare, a los que considera «los dos máximos exponentes de la literatura mundial», se dio de bruces con la figura de Cardenio, el hombre que le relató al hidalgo más famoso de siempre, entre las escarpadas cumbres de Sierra Morena, su trágica historia de amor con la noble y bella Lucinda. Un amorío que acabó en agua de borrajas en El Quijote, pero que en las manos de el Bardo de Avon halló un final feliz.

Ahora el escritor y traductor reconoce a ABC haber sentido una singular fascinación por Cervantes desde siempre. Tanto que de las palabras del autor alcalaíno sacó su propio mantra, ese que le ayudó durante los más de veinte meses que se vio forzado a combatir un cáncer: «Amigo, tú que no estás acostumbrado a las cosas del mundo, todo aquello que tiene dificultad te parece imposible. Confía en el tiempo que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades».

Usted domina el alemán, el ruso, el inglés, el francés, el italiano… ¿Cuándo nace su inquietud por los idiomas?

Cuando era pequeño solía acompañar a mi padre a su trabajo en el aeropuerto de Barajas. Me extrañaba mucho no poder entender los idiomas de los turistas y los avisos de los altavoces. Debido a esa inquietud mi padre decidió ponerme una profesora. Desde entonces he dedicado toda mi vida al aprendizaje, al estudio y a la enseñanza.

Su primer contacto con el mundo editorial fue a través de la traducción de las obras de otros. ¿Fue entonces cuando comenzó a pensar en firmar sus propios libros?

Realmente la idea de publicar libros la tengo desde los 16 años. Por ese entonces escribía leyendas, pequeñas anécdotas, poesía… Pero mi trabajo en el mundo de los idiomas me obligó a aparcar la idea de crear una obra propia. Fue cuando me jubilé a los 65 años que decidí dedicarme a escribir antes que estudiar chino, que era la otra opción que barajaba.

¿Y cuándo surge su inquietud por Cervantes?

La obra de Cervantes ha sido una parte importante de mi vida desde mi más tierna juventud. Siempre me han maravillado las imágenes de el Manco de Lepanto y de E Quijote. Dos figuras que, desde mi punto, de vista son lo mismo. Tanto me ha marcado esta novela que la he leído completa en 6 ocasiones, además de muchas revisiones de capítulos sueltos.

He leído que se decidió a escribir sus novelas «…Y Shakespeare leyó el Quijote» debido a una aparición que tuvo de Cervantes en un sueño…

En realidad la idea de escribir sobre Shakespeare y Cervantes me vino mucho tiempo atrás. Quería buscar un nexo de unión entre los dos, e investigando descubrí que Shakespeare había escrito una obra de teatro que se llamaba «La historia de Cardenio», que tiene por protagonista al homónimo personaje de El Quijote. La obra fue representada dos veces en la corte inglesa, hay constancia de pago, además, a los King’s Men, la compañía de Shakespeare.

El sueño tuvo lugar durante el cuarto centenario de El Quijote. En este se me aparecieron Miguel de Cervantes y el hidalgo anunciándome que debía ir a los galenos. Fui y, efectivamente, me hallaron unos tumores bastante serios en hígado y colón que he conseguido controlar después de mucho tiempo.

¿Qué cree que le llamó la atención a Shakespeare sobre Cardenio para convertirlo en el personaje principal de una de sus obras?

Básicamente todo lo que hacía Shakespeare estaba basado en libros que otros habían escrito anteriormente. El caso más evidente es el de «Romeo y Julieta», una obra escrita por el italiano Mateo Bandello en el 1481. Él ponía sobre el escenario los personajes de otros. Así ocurrió también con Cardenio, Lucinda, Dorotea o el Duque en «La historia de Cardenio».

A día de hoy eso sería considerado plagio…

En la actualidad lo sería, efectivamente. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII esa idea de propiedad no existía. Shakespeare debió leer El Quijote en una versión del 1612 en el palacio de los Condes de Pembroke, de cuyos hijos era tutor. Para entonces Thomas Shelton ya había llevado a cabo la traducción de esta obra de Cervantes.

En estos momentos estoy ocupado tratando de llevar al teatro de forma permanente «La historia de Cardenio». Ahora mismo estoy buscando los apoyos. Estoy seguro de que tendría mucho éxito.

Se perdió gran parte de la obra…

Prácticamente toda, eso lo explico en mi novela «Y Shakespeare leyó El Quijote». Sin embargo, con el paso de los años, han surgiendo versiones facturadas a posteriori por otros autores. Ese es el caso, por ejemplo, de la de William Davenant, quien además se consideraba hijo de Shakespeare, ya que su madre –una posadera de Oxford– habría mantenido un romance con el autor de «Romeo y Julieta». Davenant alardeaba mucho de esto.

¿Y era realmente hijo de Shakespeare?

Se intuye que sí.

En su novela «…Y Shakespeare leyó el Quijote» Cervantes y el escritor británico se encuentran en el Colegio de los Ingleses de Valladolid. ¿Por qué escogió ese emplazamiento?

Porque parecía el lugar más adecuado, tanto por la situación histórica como por que el Colegio de los Ingleses, fundado en el 1589, era el lugar a donde iban a formarse los sacerdotes católicos de las islas. Además, a principios del siglo XVII hubo una comitiva británica en Valladolid encabezada por el duque de Buckingham. El objetivo que tenía era acordar el matrimonio del futuro Carlos I de Inglaterra con la hija del rey español Felipe III.

¿Por qué titula todas sus obras comenzando con «…Y»?

Es una especie de firma personal que hago en todas mis obras. Lo considero una forma de dar continuidad a algo de lo que todos hemos oído hablar. Actualmente estoy escribiendo una novela sobre Magallanes y Elcano que se titulará «…Y dieron la vuelta al mundo».

Para terminar, ¿quién era Miguel de Cervantes?

Un genio de su época. En cierta medida comparable a Dalí en el siglo XX. Un hombre que jugó con la palabra mejor de lo que lo ha hecho ningún otro en lengua española.

Una de sus frases, recogida en El Quijote, me ha acompañado durante mucho tiempo, y me ha ayudado durante mi convalecencia: «Amigo, tú que no estás acostumbrado a las cosas del mundo, todo aquello que tiene dificultad te parece imposible. Confía en el tiempo que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades».

¿…Y William Shakespeare?

Un gran autor que tuvo una vida complicada. William Shakespeare huyó de su pueblo siendo muy joven por haber cazado en la finca del juez local. Parece ser que se unió a un grupo de cómicos que iba de un pueblo a otro y se entusiasmó con el teatro.

Después tuvo unos años muy oscuros, se casó con una mujer ocho años mayor a la que dejó embarazada. Ya en Londres se comenzó a involucrar más activamente en el teatro. Vivió junto a una familia de hugonotes en una casa ubicada en Silver Street, allí fue donde escribió sus obras más reconocidas: «Hamlet» y «Romeo y Julieta».

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Sacerdote católico y agustino (OSA). Pedagogo, educador, evangelizador digital. Aljaraque (Huelva) España. Educación: Universidad Pontificia Comillas.
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