El corazón está hecho para vivir en el asombro.
Cambio de Agujas: Carla Restoy Barrero.
El 19 de abril de 2014, durante la Vigilia Pascual y con 17 años, Carla recibió el bautismo, la comunión y la confirmación tras un largo periodo de formación y catequesis. «Lo último que quería era ser católica, pero [en la Iglesia] descubrí cuál era mi identidad y mi sentido. Ahí empezó todo».
Carla Restoy-Barrero vio truncada su adolescencia tras una dura operación para corregir su escoliosis. Durante dos años tuvo que llevar un corsé que le impedía hacer muchas cosas. Pasaba mucho tiempo leyendo y buscando la verdad, sin saber que la Verdad la estaba guiando, a través de su Providencia, para que ella dejara de buscar erróneamente en el budismo y en otras filosofías y lograra entrar por el buen camino. El proceso culminó a los diecisiete años, cuando decidió bautizarse y recibir la Comunión y la Confirmación. Descubre toda su historia.
Más info sobre Carla
Instagram: @carlarestoy – Email: carlarestoybarrero@gmail.com – Link: linktr.ee/carlarestoy
Mencionaron en clase el libro de las Confesiones de san Agustín, la verdad es que me picó, y no sé muy bien porqué, lo terminé leyendo. Lo leí muy despacito.
Carla Restoy Barrero.
Soy imperfecta pero el Perfecto está enamorado de mí. Solo tengo que dejarme hacer.
Carla Restoy Barrero.
Lo último que quería era ser católica», hasta que su colegio laico y sin fe le enseñó a Santo Tomás.
Carla Restoy Barrero. Religión en Libertad.
Buscar la Verdad es doloroso porque implica renunciar a ti mismo. Y eso genera en ti una guerra civil.
Carla Restoy-Barrero.
No hay nada más extraordinario que una mujer ordinaria con su marido ordinario y sus hijos ordinarios.
Chesterton. Uno de sus autores favoritos.
Testimonio de conversión
Carla Restoy durante su adolescencia tuvo una dura operación para corregir su escoliosis y la convalecencia la dedicó a buscar la verdad y no paró hasta que la encontró.
En su presentación Carla reconoce que fue bautizada a los 17 años y cuenta que sus padres se casaron por la Iglesia pero sin intención de formar una familia. Sus padres no habían pisado una iglesia más allá de la boda y a los 10 años llegó al mundo Carla por un anhelo de su madre que quería tener hijos. Por coherencia decidieron no bautizar a Carla ya que no creían en ello y tampoco le dieron una educación que estuviera basada en fundamentos religiosos. A los tres años nació la hermana de Carla y hicieron lo mismo con ella. Nació en un contexto donde no conocía de alguna forma la religión ni la fe.
De hecho reconoce, que se la fue educando con la idea de que la religión era algo que habían inventado aquellas personas que sufrían y que no sabían muy bien ser fuertes y necesitaban de alguna forma crear ese amigo imaginario. «Esa idea bonita, ese cuento de hadas bonito para que pudieran vivir un poco normal». La religión también Carla la concebía por cómo se lo habían transmitido que era algo «para gente tonta, gente que no pensaba mucho y les habían comido la cabeza, esa era mi idea». Recuerda la influencia positiva de sus abuelos maternos porque pasaba mucho tiempo con ellos y ellos sí tenían esa fe.
Su conversión Carla la define como una conjunción de piezas de puzzle que fueron poco a poco encajando. Hubo un momento importante y es que ella que nunca había dado formación religiosa en una asignatura le hablaron de Santo Tomás de Aquino y las cinco vías que son 5 explicaciones racionales de la existencia de Dios. «Para mí eso fue un shock porque yo concebía la religión como quien concibe un mito».
Fotografía cedida por Carla Restoy en su Instagram.
Reflexión en su instagram
Los cristianos vivimos con el corazón deseoso de compartir la riqueza que tenemos. Deseoso de que muchos corazones puedan convertirse.
Incluso yo misma he visto la conversión como la meta de un corazón conquistado y poseedor de paz.
Hacía tiempo que buscaba algo más, que mi corazón quería más, y no sabía muy bien qué. Sentía que me faltaba algo que intuía que era un paso para ir más allá. Como si no estuviera del todo preparada para amar bien, para ser verdaderamente libre.
Y, efectivamente.
Me apetece contaros que lo mejor que me ha pasado últimamente, sin duda, ha sido sorprenderme al evidenciar, y vivir, que tras la conversión hay un gran y necesario camino de sanación. Un corazón converso necesita también convertirse cada día un poco más en un corazón sano, en un corazón libre. Porque nuestro corazón está lleno de pequeñas y grandes heridas, la mayoría de ellas están ocultas y escondidas pero se van manifestando de diversas formas que nos causan dolor. El corazón necesita hacer ese camino de libertad. Un camino que dura toda la vida y que, con las herramientas (que me han sido regaladas recientemente) y con la ayuda (siempre disponible) de Dios, permite volver al origen, volver a quien soy, volver a reconocer mi verdadera identidad suceda lo que suceda.
Con trabajo y oración, las heridas de mi corazón se van destapando poco a poco, una a una, y lo seguirán haciendo a lo largo de mi vida. Esas pequeñas heridas que esclavizaban mi corazón ya no van a definir mi identidad.
Es un gusto sentirse así de ligera. Es un gusto saber que tienes, incluso a pesar de la bendita fragilidad humana, las herramientas necesarias para vivir libre y poder amar bien. Para, no solo tener el corazón puesto en Dios sino para dejarte, también, sanar por Él.