Portada: foto: Universidad de San Dámaso.
Maestro de capilla de la catedral de Roma, compositor y autor de Anima Christi y Jesus Christ, you are my life.
Afirma que la música religiosa «debe llenar el corazón y no se puede permitir ser insípida»
«La música es la voz de la creación. En sí no es nada, son solo unas vibraciones que resuenan y percibimos, pero comunica cosas que las palabras solas no pueden decir, hasta el punto de que puede hacer llegar a nosotros los sentimientos religiosos más profundos», asegura Marco Frisina, maestro de capilla de la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán.
Frisina ha estado esta semana en la Universidad San Dámaso de Madrid para presentar el libro Mártires y santos, en el centro de la historia. Del Vaticano II a Gaudete et exsultate (Ediciones Encuentro) editado por Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid. «El de los mártires es un canto de amor –asegura Frisina–. Todos los santos han cantado con su vida el amor de Dios, algunos lo han hecho incluso con sus composiciones, y otros hasta han dado la vida por Él, como los mártires. Están enamorados, y por eso cantan. Y esto viene sucediendo desde los primeros tiempos del cristianismo, en todas partes. La misma patrona de la música, santa Cecilia, es una virgen mártir».
La trayectoria de Marco Frisina se remonta a 1984, cuando puso en marcha el coro de la diócesis de Roma para animar las liturgias más importantes, algunas de ellas presididas por los distintos Pontífices. Un año después fue nombrado maestro de capilla de la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, y desde entonces se ha embarcado en numerosos proyectos, desde composiciones como Anima Christi o Jesus Christ, you are my life, hasta la parte musical de la iniciativa de la RAI La Biblia, o varias bandas sonoras para películas de trasfondo religioso.
«La música es un don que Dios nos ha dado para a través de ella participar de la experiencia del cielo», asegura. «Es capaz de expresar mensajes que llegan directamente al alma: dolor, tristeza, alegría, entusiasmo…, que son los sentimientos más grandes. No se usa la música para recitar el listín telefónico».
Además, «cuando se ama, se canta», pues «la mayor parte de las producciones musicales son canciones de amor. Es la realidad más grande del hombre, algo que uno no puede guardarse dentro».
En este sentido, el maestro de capilla de San Juan de Letrán afirma que «una liturgia sin canto está bien, pero se queda un poco pequeña. El pueblo de Dios debe cantar. El canto en la liturgia es una expresión natural del corazón que ora. No se puede no cantar en Misa».
El oído de los últimos Papas
¿Cómo compone Marco Frisina? «Si hay un texto, esas palabras ya dan un concepto de lo que va a ser después la música. Por ejemplo, Anima Christi nació de una oración íntima con el texto, de rodillas, en adoración y contemplación. A veces la música llega enseguida; otras veces necesita más tiempo. He llegado a hacer hasta diez versiones distintas de una misma canción, porque es más fácil componer una sinfonía que una pieza sencilla: esta debe servir para llenar el corazón en apenas unos minutos, y no se puede permitir ser banal ni insípida».
Frisina, que ha actuado delante de los últimos Papas, afirma que «el que cantaba mejor sin duda era Juan Pablo II, se lanzaba sin problemas, se atrevía con cualquier canción. Benedicto XVI también tiene buen oído. Y el Papa Francisco me dijo una vez que nació sin oído en absoluto. Le dije que eso se aprende, pero me respondió riendo que no había nada que hacer».
Fuente: AlfayOmega. Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo. 31 de Octubre de 2021